Cristina Bergoglio

Mientras Aprendo el arte de recordarme una nada, he venido,
solo un rato eterno, a escribir con el pincel y a pintar la palabra...

BIOGRAFÍA

SOBRE MÍ

Nací en 1967 en Cordoba (Argentina).

Técnicamente debería decir que soy arquitecta. Es la profesión que estudié. Sin embargo, desde muy joven desarrollé una visión plástica, literaria y científica muy particular que ya auguraba mi futuro trabajo como artista plástica. Una visión que plasmaría después en todos mis proyectos.

Fue el arquitecto Ricardo Legorreta (cuyo trabajo siempre he admirado sobremanera) quien, al ver estos proyectos, me animó a dedicarme a la pintura y a la literatura en Europa. Y así acabé en Madrid, estudiando pintura en el taller del Prado. Una vez allí no pude evitar –seguramente debido a mi experiencia como arquitecta – enfocar mis pinturas alrededor del paisaje urbano. Bueno, y del tango. Cosas de mis raíces argentinas.

La literatura es otro campo en el que me siento muy cómoda, por lo que he profundizado en los géneros del cuento, la poesía, el ensayo y el artículo periodístico, aunque he de reconocer que siento especial debilidad por la prosa poética. Quizás por haber contado con el apoyo de los escritores Francisco Umbral y Federico Andahazi en este ámbito.

¿Qué hago ahora? Actualmente sigo trabajando en mi casa-estudio de Madrid enfocándome en el paisajismo urbano en la pintura e impartiendo cursos sobre ello al mismo tiempo que expongo mis obras.

También sigo investigando en mis ensayos literarios, centrándome en un tema en el que llevo trabajando más de veinte años: el potencial creativo de la mente humana a través del estudio de la física cuántica y los últimos paradigmas científicos.

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Mi declaración de intenciones:
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OBRA PICTÓRICA

PORTFOLIO

En mi obra hay tres elementos fundamentales: el paisaje urbano, el tango y dibujos al carboncillo y pastel sobre papel. Aunque cada uno es diferente al resto, todos tienen un punto en común… hablan del aquí y del ahora. Del movimiento.
Cuando vives desde lo que no se mueve, lo que se mueve en tu vida es maravilloso.

Paisajes Urbanos
Cuando el hombre se levanta de la urgencia vegetal que le concibe, cuando suelta la potestad del monte, cuando se asea de la insistencia del árbol, algo urbano y no humano se mece en sus instintos. Es la ciudad que le insufla pensamientos, que le inyecta una lujuria de piedra y de cristales. Es la ciudad que es un monstruo primitivo, apenas encendido, apenas proclamado. Es cuando la calle reemplaza al camino y se torna un epitafio de la prisa. Es cuando el teatro, la plaza y el templo reemplazan las abiertas ceremonias de los astros. Y todo aquello que se mostraba silvestre, adelgaza sus salvajismos para entonar las músicas del asfalto. La ciudad le ha pervertido, lo ha bautizado, lo ha elegido.

Tango
Yo que nací lejos del tango, pese a compartir con él las mismas coordenadas, hoy que vivo a leguas de mi casa, de mi gente, le pido al tango que me perdone tanta ausencia. Y ojalá me perdone, porque al tango le debo un pincel urgido de sus bemoles, un pincel que sacia mi sed arrabalera y que ha tenido la osadía de pintar a sus vástagos. Quién soy para hacerlo: nadie, pero lo importante es esta adhesión de mi pinturay mi palabra a la violencia dulce del tango. Al que goce de cobardía, al que esté deshecho por los trajines del amor, al que haya extraviado la tierra en un barro extranjero, le dono este tango que explota ahora en mi pincel. Algunas de estas obras están basadas en las fotografías de Sandra Sue.

Dibujos
La confraternidad de signos que es tu cuerpo. Supe de él cuando el pelo me estallaba contra un fondo de luces sordas. Olí su tenacidad de bronce, escuché sus quietudes pintadas en vasos caídos de los techos. Llovían oros de fríos. Llovía tu cuerpo y mojaba la sucesión de fotos disparada de gentes, asumiendo al movimiento. Y yo sucia ya, en el meollo de la noche, con la prisa infantil de quienes solo varan en puertos nómades, me consumí en la ciudad de tu cuerpo. Imaginé un tendal de camisas blancas, La confraternidad de signos que es tu cuerpo. Supe de él cuando el pelo me estallaba contra un fondo de luces sordas. Olí su tenacidad de bronce, escuché sus quietudes pintadas en vasos caídos de los techos. Llovían oros de fríos. Llovía tu cuerpo y mojaba la sucesión de fotos disparada de gentes, asumiendo al movimiento. Y yo sucia ya, en el meollo de la noche, con la prisa infantil de quienes solo varan en puertos nómades, me consumí en la ciudad de tu cuerpo.

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Paisajes Urbanos
Tango
Dibujos

OBRA LITERARIA

PORTFOLIO

Prosa poética
Como ya adelanta el nombre, la prosa poética abarca aquellos textos en los que encontramos una actitud, temas y objetos líricos, pero sin la rigidez de elementos formales como la métrica y la rima. Podríamos decir que no es ni una cosa ni la otra… o que precisamente recoge lo mejor de cada género.

EL 11 DE NOVIEMBRE

Recuerdo con matemática elocuencia, el día en que decidí escribir tu cuerpo.

Era el 11 de noviembre de este año. Y todos sabemos que este año comenzó el 11 de noviembre. Yo estaba cargada de tintas y las tintas cargadas de fiebres. Así pasa con los escritores de cuerpos. Un día deciden. Un día un cuerpo pasa y ellos se tienden sobre ellos como si de páginas se trataran. He de recalcar que comencé por escribir tu mirada. Qué plataforma tan dulce para caer al vacío. Tuve que escribirte primero los ojos, porque ellos por sí mismos ya me habían novelado y poetizado y narrado. Tuve que escribirlos con grandes versos, con palabras que no son de este mundo. Me gustaría guardar silencio sin más y esculpirte con el lápiz de mi mano. Guardar silencio y escuchar tus cicatrices. Escuchar tus poros, escuchar el olor de tu sexo, oler la voz de tu brazo hecho un sauce en el río de mi cama. Saborear el paisaje de tu pecho. Esa pantera que el 11 de noviembre me ofreciste, como si fueras la Naturaleza que me dice: ven y toma todas mis fieras. Y trajiste ese animal de tu pecho. Ese ganado de sentires que es tu espalda, ese aljibe que es tu boca en la que ninguna sed halla alivio. Y todo fue el 11 de noviembre, el día que decidí escribir tu cuerpo. Hacer de tus piernas una historia, en la que mis dedos hallen a los asesinos, a las prostitutas, a los policías, a las señoras solitarias y sospechosas que moran en todos los grandes cuentos. Si soy escritora ha sido sencillamente para que el 11 de noviembre de este año yo pudiera narrar tu cuello, hacerlo un best-seller de mis salivas, un alimento de mi piel, un tejido en dónde envolverme. Decidí escribirte en mi mente porque así voy por el mundo, huérfana de ti. Entonces, te veo y te escribo. Te narro para el mundo que no te conoce. Te invento. Te escribo en mi deseo ancho, en mi deseo largo, en mi deseo esbelto. Eres digno de que te escribas en mis manos. Eres digno de entrar en mi literatura, como una garra que rompe el cuerpo del antílope. Cómo una catarata que crea un bosque. Allí dónde esté tu cuerpo estará mi palabra. Ya escrita en ti. Ya hecha un nuevo testamento.

No podrá nadie tocarte sin preguntar ¿pero quién te ha escrito así de bello? ¿Qué escritor te ha narrado estos brazos? ¿Quién pudo escribir tus huesos un 11 de noviembre? Llovía afuera y llovía adentro. Y mientras yo te escribía el alma, tu alma brillaba y se hacía cuerpo. Y tuve a bien narrarte.

Ofrecerte al mundo. Hacerte cuento.

CARTA A TÍ

Tú, cómo te llames. Como se llame la orografía que porta tu mirada aciaga, lenta y brava, que hace siglos anuncia el aire. Te demoras en llegar, se demora tu palma vasta, en palpar mis izquierdas tentaciones, mis diestros nacimientos, mi piel de llanura sin árbol. Se demora tu voz en hacerse eco en mi voz, y yo te espero. Aguardo desde mis lentas locomociones de poeta, de escritora en semilla, de pintora en raíz, que tus manos se esculturen en mis manos. ¿Dónde estás? ¿Varado en el cilindro de la noche, alunizando, pulsando cuerpos que no son el mío? ¿Con quién anclas tu sed de poro, tus ganas de lengua, tu hambre de boca? Te demoras, porque vienes desde una lontananza interminable: mi deseo. Eras un náufrago en un agua cruda, y yo te he llamado para que de ahogarte, lo hagas en mi charco.

Los oráculos que a veces enderezan mi pie extraviado hablan de tu morenez, porque moreno será tu estigma, estrechada en mi sangre. Tu claro mirar, clareando sobre mis rubios, esos amarillos que me enderezan en una mujer clara.

Te interesa el sur, seguro. El gitano rumor de las guitarras. Hablas, ciertamente con una ventisca marina que despeina tu palabra. Eres hombre de acertijos, de tormentas creadoras, de humos y tabacos. Eliges al azul como pigmento y al blanco como símbolo.

Cuando me conozcas, que será tan pronto como un aliento, yo estaré un poco distraída, disculpa. Estaré labrando al Poema, estaré recogiendo guijarros de palabras, para hacerlos Camino, que otros seguirán tras de mí, tras de ti, que estarás a mi lado.

Durante el día, tú tocarás tus instrumentos, tus diseños de cosas, tus metales. Durante la noche, yo temblaré en tu espalda. La cubriré de musgos, de infancias de dedos, y tu espalda me presentará a tu pecho. Al bosque que llevarás puesto en él, con todas las faunas del hombre esperándome, en esa fronda, que fue de otras, pero que ahora yo habitaré, como el último aborigen.

He tenido que hallar a Madrid para hallarte. Vengo de otros, lo sabes. Me han amado con estallidos, con una fuerza solar. Me han preparado para esperarte.

Te amaré como amo las partículas de la vida. Como amo el modo literario de acercarse de los pájaros, como amo a la pintura y a sus huestes. Me ayudarás a parir dibujos, a forjar historias donde hablaré de otros forjadores.

Me reconocerás porque detrás de las bambalinas de una engañosa belleza que dicen me construye, estará no la bella, sino una mujer que pulsa a la belleza, y esa será mi señal.

Cuando encuentres esta carta, tu piel ya se irá alistando para abrirse. Algo en tu saliva me anunciará. Porque quemada estará tu boca de mi memoria. Porque listo estará tu cuerpo para tejerse en los telares de mi cara. Porque de ti beberé la hemorragia necia del arte y del mundo.

Cristina Bergoglio. Sevilla. 25 de agosto de 1998.

A Mario Benedetti

Llegar hasta aquí para esto. Irrumpir en la fe ciega que te tengo, desde los primeros olores, las primeras vistas que le eché a tu casa. Al poema ese que hirvió en el vientre y se cocinó completo hasta hacerse música. No quise que fueras el maestro, ni la bengala suspendida en el techo, pero fuiste.

No hubo caso. Quise convencerte: aléjate de mí, yo no soy hembra de palabra, no practico esa lujuria, apenas he montado alguna vez en la página, como para que tú me solicites de ese modo, desde la ventana de un inventario, desde un inventario de ventanas.

Y cómo dolió seguir tu estela. Dolió primero hallarla, en medio del tugurio tremendo y explosivo del idioma, cuando yo venía de arquitecturizar al aire, darle puertas, torcerle las aristas. Venía de enarbolar espacios en los que quise desenmascarar poesía. Y ella, que todo lo perfora, todo lo arrasa, incendió mis planos, mis escuadras y me puso en tu zanja. En el agua cruda que llena los pulmones de certidumbres y prosas.

Qué decisión aquella. Ahogarme en el charco del lenguaje, solo para fornicar con las almas. No estar en el mundo, apenas satelitelizarlo, como lo hacen las lunas y los corazones podados.

Tú no creías que un día ibas a verme. Lo supusiste, lo imaginaste, lo intuiste, pero creerlo, así con la convicción de un loco, de un santo, nunca.

Algo en tu madera se astillaba y se perdía entre tus venas y era mi voz de infantes carpinterías.

Algo se prestidigitaba en el azar de tu nombre y eran miles de manos poetas, entre ellas las mías, sosteniendo con uñas y garras, un cielorraso de palabras. Pero pudiste lograrlo, hacerte columna, arco, puntal del asombro. Y nosotros que gateábamos en el poema, gracias a ti, creímos que era posible.

Escribo por el placer de fundirme. Es mi modo de transparentarme. De no ser, porque la alquimia más precisa que tengo de mutarme en naturaleza.

Escribo para solidificar mi soledad. Para que sea una piedra que cimente alguna casa, que no sea sólo la de mis dolores. Escribo para torcer lo adusto o menesteroso que se piense de mis actos. Como un temblor de napas subterráneas, busco conmover la superficie, como la pezuña felina escarba en la entraña del animal, así mi mente, quiere purgar los úteros sedientos de historias, de absurdas narraciones, del poema como ácido cicatrizante del desamor o del desodio.

Escribo sencillamente porque es mi modo de alunizar en las superficies de Dios, ya que de otro modo mi sangre se estancaría en coágulos de abulia y en lugar de sangre sería veneno. Entonces en las riberas del lenguaje, me inclino y bebo en tus vertientes. Ya estés de paso o acampes un minuto. Ya estés cansado o casado, acompañado o individuo, vengo a ti para irme de ti multiplicada. Con el poema brotado en las dermis, como un olor que inunda todo y en todo se convierte.

Cristina Bergoglio.

Crónica de una calle porteña

Rompían los perros las veredas con sus falos.

Se presentaron dos tipos de barbas ausentes. Una luna verdosa se colgaba del techo y la esquina era un solo cuchillo.

Rodaban por las calzadas las perezas de los gatos. Sonaba un tango cortado por las uñas. Hasta que el malevaje tomó cartas en el asunto y la muerte bailó su última milonga.

Había llanura en las afueras. Había grito de sexo filtrado por los vidrios. Había farolas que atestiguaban el hecho, y el hecho era precisamente una masacre entre dos mundos.

La noche bordeaba una cornisa en la que los búhos alimentaban a sus crías.

El primer hombre vino absuelto de madres y de infancias. Acuñado en el semen de mujeres torvas. El segundo resbalaba de cuatro generaciones de matones apocados, ancho de vientre y angosto de sesos. Se odiaban hace tiempo, concretamente hace dos días; por causa de una falda escurridiza. Habían decidido matarse como Dios manda, o mejor dicho como Dios sugiere: a puñalada limpia, sin sobrantes ornatos como suele sobrar en las matanzas de los pitucos.

Ella, Mirtha, despachaba vinos rojos y otras ácidas aguas detrás, de una barra en un bar roto ya de sucio. Tenía un hijo y el hijo no tenía padre. Porque el que sembró en su útero se largó a rumiar en otros pastos.

El primer guapo llegó esa noche con un clavel coronándole la oreja. Abrió la puerta con la fuerza de un caballo. Penetró en el hedor del cuarto. Se llenó de ojos, de ojitos, de ojazos.

Acarició con elegancia el lomo del cuchillo que dormía alerta en su cintura.

El otro guapo besaba el cuello de la moza, no precisamente era un beso, más bien una succión desenfrenada de la sangre.

Cuando el hombre que acababa de adentrarse en el bar acercó sus pies cuadrados a la barra, soltó un vozarrón de relámpago: Largá a la Mirtha o te mato.

Se declararon la guerra, o al menos se declararon la muerte.

Ella dormía su sueño postergado por tanto vender las caderas, a varios metros del suceso. Ignorante total de la gestación de este odio que barnizaba los muros en su nombre.

Amanecía ya y aún el azar dominaba la comunión de los cuchillos. Se caían a pedazos, jirones de camisas y hombrías. En el aire nadaba el sudor del tango. Una pena milenaria ampollaba las manos. No se definía ganador ni macho merecedor de la gloria.

Verles daba susto de tanta sangre. O risa de tanta idiotez destilando por los poros. Hay que tener ganas de perder el aliento por un par de piernas, o por lo que se agazapa entre ellas.

Así se cobraba los hijos la Muerte en aquellos rancios años. A zarpazo preciso. Es que no había tiempo para andarse con mariconadas.

¿Quién quedó?. Qué puede importar. El que se llevó los huesos aún moviéndose no tiene nombre, ni casta, ni estirpe.

Lo que importa es que Buenos Aires tiene ese ruido en las bisagras.

Ese modo oscuro de abreviar, en el río de una calle, la suerte de sus reos.

Cristina Bergoglio.

El viaje

Hundirse en el orificio descomunal del viaje, sumarse a las litografías de lo distinto es perder adeptos, pieles, las texturas palpadas por años. El paisaje se rompe, se hace añicos para abrir las claraboyas de lo nuevo. El viaje puede ser la consecución instantánea de varias iluminaciones, o una verdadera derrota.. Una muerte. Para zarpar hacia las rutas del vacío hay que estar un poco muerto. Morir despacio a la elucubración del dato conocido, el que quiere que hagas caso a la inercia y te estanques, que no vayas, que no mires. En el viaje, verdaderamente mueres. Se te atrofian los pelajes que mantenían anestesiada a tu soledad. Te duele el silencio, te sangran los huesos, porque semejante quemazón del universo conocido, arde, pica y quema. Habrá que conjurar contra las cosas que lindan con el pánico, ese miedo en sordina que te dice que cuides del bolsillo, que no dirijas palabra ni sudores a quienes hablan con otros credos y en los estantes del aire, olvidan gestos y kinesis que nunca has visto. Solo los necios comparan la nueva tierra avistada con la que han dejado tras sus culos. Para afrontar la dentadura del viaje, hay que despojarse de las bacterias del pasado. Hacharse el recuerdo y podarse un poco las barbas de la memoria, porque el partir tiene que ser así: limpio y aséptico. El ayer tiene que ser un trampolín que te lance hacia circunferencias mayores, y no una roca que ancle la sed recién inaugurada. Ir hacia el viaje con ojos vacíos. Te vas y punto. No hablo del viaje como breve licuado de las coordenadas, que han asistido tu nacimiento. No hablo de turismo, no. Hablo de “el viaje”. Hablo de una extensa incursión en las fauces de la incertidumbre. Hablo de mudar la camisa y la lengua, las feromonas y la sangre hacia una tajada de planeta, que por nada se te hubiese ocurrido rozar con el zapato.

Todos chillarán porque has decidido entrar apostólicamente en la realidad, porque has de abandonar sus hambrunas, y así de golpe y porrazo, ya no eres parte de su comedia cotidiana. La primera felicidad del viaje es resumirse. Hacer síntesis de los fluídos, acotar el miedo hasta algunos centímetros, achinar los ojos, que son los ojos que ponemos cuando lo que vemos nos sorprende o no nos gusta. Esta conversión del yo almohadillado y algodonoso que dejamos en la ribera, ese yo de niño asustado, duele como la picadura de una serpiente. Hay que arremangarse el pasado y la lágrima para pisar habitaciones de hotel cibernéticas o freudianas según la latitud del mundo que se visite. El arte principal del viaje es la recuperación de sustancias. Si vas de América hacia Europa, recuperas esa ancianidad pletórica y cuajada que pende de todo. De los edificios, de las calles, hasta los senos de las prostitutas europeas tienen una longevidad que asusta. En Europa todo sabe a viejo y eso preocupa al inconsciente, porque de pronto piensas que por pisar esas superficies te añadirán años y décadas, que olerás como huelen las estatuas, y te oxidarás como el cobre de las fuentes. En cambio si vas de Europa hacia América, recuperarás una lozanía que no sabías traías postergada. Una cierta intolerancia por la mugre y por la milicia de la pobreza, te puede hacer sabotear tu ansia de aventura y de selva. Soportar el naipe del safari, que ofrece el póker del viaje. Allí donde convergen taludes de humanos prehispánicos, hechos que sobrevuelan la iniciación de las iglesias, de los sacerdotes y todo el arsenal de gimnasias medievales. Si América es la hembra que te convida de su aliento, has de saber untarte en tambores y fornicar con los mulatos. Menciono a la América que se descose bajo el hilo del ecuador. No la América plastificada del Norte. Ser un espectador cocinado en silencios y preguntas, ese es el don de los que participan en la misa del viaje. Pensiones negras, moteles en harapos, museos de paleolíticos intestinos, hombres con aros hasta en los dientes, mujeres cubiertas con extraños arabescos, perros que ladran en otras resonancias, nombres de calles que proponen a héroes del papel o ídolos del estrado. La infancia que llevas como un tatuaje bajo la dermis, te da derecho a protestar por los dolores de cabeza que da un tabaco extranjero. Pero así y todo debes atacar al útero de la ciudad nueva, con pie desnudo y ojo de asombro.Hundirse en el riñón de la ciudad y respirar la halitosis de los bares, los comederos que huelen a frituras de pescado y de almas. Llegar a tiempo a las confusiones. No perderse por nada el baile del tráfico y mirar, sobretodo mirar, la genitalidad del paisaje. Esa nueva pronunciación en el idioma de los ojos. Vengo del Sur. Con todo lo que corresponde por ser el pie del mundo:carnes desnutridas, metrópolis contradictorias, paraísos de playas imberbes y proposiciones indecentes de los cuerpos. Pertenezco a ese bocado de planeta con demasiados ríos, montes, mesetas, bahías, nieves, trópicos, exuberancias y suelos ralos, hombres taimados y modelitos televisivos, faunas inigualables por el cine, capillas, descaros, literaturas y maestros publicados en los diccionarios escolares. Insisto, vengo de la pulverización de culturas que adoraban a la luna y comían en vasijas de oro. Vengo de un desorden natural que llaga este cosmos tan pulido que me propone Europa. La higiene de los lavabos me enternece, a la vez que me quema las mugres interiores. La ausencia de papel y colillas de cigarrillos en las aceras, las flores casi lustradas y la frigidez en las muecas de los rostros; me escupe hacia una sed de suciedad desconocida. Piso las calles con liturgia de cirujano. Tengo miedo de ensuciar con solo abrir la boca. Y las camas. Algunas parecen sepulturas, otras nos reciben con un catecismo alcanzado por las turgencias del placer. Las camas en el viaje, son importantísimas, porque una cama siempre rememora al útero materno. Sentirse en la cama como un feto que ausculta los primeros rumores de la vida. No siempre es así, por ello hay que aprender a morar en la estrechez de los colchones o en las punciones de los catres. El viaje es así. Oferta sueños interrumpidos por miedos eréctiles, por ruidos secos e inesperadas visitas. Y la plástica de los rostros. Qué rostros, qué fachadas se descubren cuando el día abre su tienda de lagañas y sábanas pegadas. Los rostros trasnochados, opacos y cóncavos de los que se han balanceado en los recintos del whisky. O los rostros agazapados bajo kilos de maquillaje de las musas de los gerentes, las secretarias, llamadas así por los secretos que guardan bajo las faldas La gente teme morder el rosal del viaje porque se sufre de varias mutilaciones. Se puede perder desde una mano hasta la inocencia. Una lentísima mutilación de tópicos y prejuicios, que no le vienen mal a la limpieza del alma. Hundirse en el orificio descomunal del viaje. Sumarse a las litografías de lo distinto. Cobrarse los olores que ha uno le corresponden en la vida, como el gran olfateador universal. Porque tenemos derecho a usar del mundo como una camisa comunitaria, lejos del vestido invernal de la madre y de las conocidas masturbaciones. Hay que entrar en el viaje con ojos vacíos y sed de raza.

Cristina Bergoglio.

El pie

El pie, ese confín de mi osamenta, esa manera absurda y estrepitosa de acabarme, ha reunido en su mapa tanto escalón y mugre, tanta vivencia y avenida como si se tratara de los pies de un cartero. Ascendiendo y descendiendo por los meridianos de la vida. He descubierto en el pie la descarnadura del futuro. En su piel que trepa sin chistar y avanza sin gemir he saboreado a los suelos como la boca saborea al licor. Mármoles, autopistas, caminos de tierra y legumbres, declives y llanos, mesetas y frutas; todos han perecido bajo el arsenal de callos que es mi pie. Mi pie y su hermano. Reclutadores de heridas y besos. Con olores que exorcizan la buena voluntad de los perfumes. Limpios a veces, son un vegetal que roza la lluvia. Rotos otras, son la garra del gato que pierde a su presa.

Siempre estuvieron conmigo. Desde la breve estatura de la infancia. El derecho, más aguerrido y torvo, el izquierdo torpe y despistado. Sostuvieron mi niñez de brújula y lápiz con la que pisé algunos de los lomos del mundo.

Mis pies de niña. Hurgadores empecinados de las maderas, trepadores de veranos. Pies delgados y agudos sin otra vocación manifiesta que la de ser bautistas del paisaje.

Allí en los corredores de la infancia fueron abarrotados de dedos y chamuscos, desertores de la puntual milicia de las tijeras. La uña siempre lista al barro. Las falanges ávidas de ese zapato milenario que es un charco. Hundir el pie en un charco para saberse acreedor del océano. Esa victoria solo la conoce el pie. Allí dicen se cocinan todos los logaritmos del cuerpo. El pie sabe lo que no saben las manos. Escucha el rumor vegetal del mundo. Huele la arrogancia del magma de la tierra. Dialoga con la hierba y el insecto. Entonan la sinfonía del fango y nos informa de las caries de los mosaicos.

La mano escribe, pulsa, sostiene el alimento. Está harta de hamacarse entre el aire y el objeto. En cambio el pie es un testigo directo. Lo que tengo de árbol, lo que tengo de obelisco, se lo debo al pie. Lo encerramos en el credo del zapato o la zapatilla, entonces él es un pie ciego. Lo embalsamamos entre las lindes del calzado, entonces olvida que proviene de la arena y el musgo. Hay que desnudar al pie para aleccionarse con el guijarro. Hay que presentarle al pantano y la arcilla, más que al tacón y al cuero. Regalarle a cada dedo un animal para que canjeen sus respectivas infancias. Curarle el callo con bosque y no con fármacos. Es imperativo desvestirlo porque quiere contarle al ojo sobre la aridez de la tundra y la humedad de la selva, alertarnos del estallido y del viento.

Con mi pie colonicé al primer varón que se desperezó en mi sexo. Fue el pie y no la mano la cuchara que usé para untarlo en naturaleza.

Dicen que en el pie nos publicamos completos. Cada hendidura relata alguna masacre o algún milagro. Es un cazador de predicciones. Escuchar más al pie que al corazón, recomiendan los nativos. Al corazón se lo engaña con facilidad, con solo mojarlo en un vino de poesía y fanfarrias. En cambio el pie reconoce al traidor detrás del santo. Puede estar cara a cara con un reptil e intercambiar sus mutuas indecencias, mientras la mano, arriba, levanta dinosaurios de pánico.

Con el pie he dibujado catedrales. Con el pie he besado. Me he enterado que el hombre tiene para mí una profesión de playa, un interminable rostro de camino.

Cristina Bergoglio.

Epopeya

Quienquiera que yo sea, hoy aminoro la marcha de mis cèlulas para entregarme a una siesta con el estruendo. Una parte de mi se perderà en un ocèano de coàgulos y humedades. En el vientre rebotaràn los hijos que nunca abriràn los ojos. Quienquiera que yo sea hoy sangrarè a la vida porque ella, no da abasto con su carne. En mi sangre irá la aritmètica del mundo, se resolverá el teorema del humano. En verdad no importa mi nombre. Enciendo otra vez la llaga femenina. Abro un tajo entre dolores y trapos cenicientos.Hoy mojo al mundo con un agua roja. Tiemblo entre mareos. Vomito. Lucho contra el sueño. Me trepo a las farmacias. Ensucio los baños de los bares.La colosal zarpa de la muerte tiembla ante este gesto de mi vientre. Sangro.

El òvulo es un satèlite abandonado en los cuarteles de la vida. El rojo es debido a aquellas hogueras donde las brujas mordìan sus espaldas. Durante siete dìas todo en el mundo me sabrà peligroso y digno de perderse.Mi ùtero será un paìs de ignotos jefes, obreros de los glòbulos, huestes de los mùsculos. Entre todos construiremos una danza. El olor marino de una mujer que entrega sus tintas, presidirà el folclore universal del olfato. Sangrarè como sangran todas la fèminas. Como las panteras y las osas, las santas y las paupèrrimas. Las reinas, las amantes de los coroneles, las verduleras. Las putas. Sangrarè para aduñearme de todo lo inorgànico y moribundo que ose llamarse vivo. Un humo lento y crudo sacralizará mi vagina como un monje sacraliza su templo. Serè la sed de un hijo que no ha sido saciada. Abrirè puertas y paisajes y nadie se enterarà, salvo los perros con sus narices acentuadas. Los que siempre nos delatan con sus hocicos. Me rendirè como se rinden los salvajes al catecismo del cuerpo. En la atmòsfera flotarán olores mercenarios y las ànimas de los seres resumidos en las cigotas. Quienquiera que yo sea hoy me persignarè ante el varòn. Lo ofenderè con mis dolores zigzagueantes. Èl que busca exhausto descifrar la catedral de la vida, le pondré ante sus narices la fòrmula infalible para gestar un albedrío.

Habrà miedos fuera de càlculos. Habrà dudas. Luego hacia el final de esta epopeya, vendrá un río terroso y denso. Montaré nuevamente en la calma. El agua roja será amarilla. Olvidaré estas rotas jornadas. El vientre recuperará sus tamaños. Hasta que otra vez el útero prepare sus pócimas, hinche los muros, aleccione a sus esclavos. Retornará la fertilidad y sus difuntos a ofrecerme la cancelación de un hijo.

Quienquiera que yo sea, cuando sangro soy igual a todas las hembras. Incluso a esas que me miran desde el atalaya de sus pedestales. Incluso a las que comen cada tanto perdidas en alguna selva. Igual a las geishas y a las oficiales de los ejércitos.

Igual a todas las vivas. Igual a todas las muertas.

Cristina Bergoglio.

Mujer

El encuentro de la danza

Ella
Al principio ella fue una serena confraternidad de signos, que se resumían y se dilataban hasta rozar las dimensiones del símbolo o del estallido del número.
Ella bailaba, se transmutaba en movimiento. Era la cinética, el diafragma del aire. Sonaba en el aire como un chasquido de dedos y todo lo que fuera quieto recibía su exorcismo y todo lo que fuera inmóvil se levantaba en polvaredas.
Ella bailaba una danza encarpetada por lunas salvajes cubanas, lunas borrachas del alcohol de un pueblo abierto en canal al sol y la siesta. Caderas al compás de los puertos, al ritmo de los naufragios de la libertad. Bajo el rumiar de madres de senos mercenarios. Una danza acuñada en los pastos de la noche; que tuvo a bien recibirlos como es menester de las noches, recibir cuerpos y hacerlos propios en su sudor negro y en el aliento ciudadano.
Al principio ella blasfemaba a los difuntos, se erguía en único obelisco en la pradera de la sala. El venía del exilio, del viento, de helicópteros amamantados en la selva. El se lustró la mirada y tendió el corazón en la mano. El tenía el porte de las panteras, los labios de Africa, el cabello de luna. Se movía ecuestre, desde el atalaya del cuello. Todo en su estatura era digno de sumergirse. Todo en su anatomía homenajeaba al hombre.
Él le hundió las pupilas en la boca, le adiestró el cuerpo con los ojos, la cinceló con la mirada. Y la abrazó con fuerza, con la fuerza de un dios africano. A su encuentro asistieron las deidades del movimiento, las ánimas de la danza. Fue terrible aquello.
Llegaron de todos los perímetros de la historia: los alfiles del mambo, los papas del merengue con estolas amarillas y trenzados en olores y frutos. Llegaron con las caderas lustradas. Daba prisa verlos, arropados en bemoles, lacios de pensamiento, colgados de los ciclos de la naturaleza, cebados en la urdimbre del gesto. Qué hombres esos, qué hombres. Recuerdo sobretodo los cuervos que coronaban sus muslos, aves de rapiña y danza. Y los que más lloraron este encuentro, los que casi explotan de lujuria, fueron las oscuras huestes del tango. Creo que mencioné que vestían de negro y que en sus dientes vi la blancura del crimen, creo que dije que él la abrazó y que desde ese día, esa hora, él danzó consigo mismo, con su grandeza. Desde su cumbre. El lanzó al aire su verdadero y enorme perímetro y otros que nadaban en su aura, fueron por su alma bendecidos. Fue una noche de esas en las que las estrellas confabulan. Una noche de grillos encendidos. Toda la música del cosmos tramando para que ella fuera un símbolo y él una piedra, dónde ella se grabase. Fue terrible aquello.

Esclavitud o Libertad

El gran desafío de todo humano es reconocer si cada decisión que toma, si cada creencia que alberga viene de la esclavitud o viene desde la libertad. Todo nuestro mundo personal no es más que la sumatoria de archivos mentales que hemos ido acumulando a través de otros y no nos hemos detenido a procesar esa información para decidir si realmente queremos vivir desde “esos archivos implantados” o abrirnos a unos nuevos. La libertad es para mí, comprender profundamente que en vivimos en un universo que responde literalmente a cada pensamiento y emoción humanas y que eso es “el material” con que cada humano, sea quien sea, viva dónde viva y sufra cuánto sufra, construye su realidad personal. No necesitas creer esto ciegamente, los físicos cuánticos, los psicólogos más avanzados y los neurobiólogos arribaron a esta conclusión hace bastante tiempo, sólo que ahora más que nunca esta información tan primordial se está difundiendo: la ecuación es exactamente al revés de lo que nos han enseñado: no piensas lo que piensas por lo que te ocurre, te ocurre lo que te ocurre por lo que piensas. Nos va a llevar toda la vida comprender las tremendas implicaciones de esta tesis avalada por la ciencia de hoy que dice que vivimos en un universo participativo, dónde nuestra mente lo es todo. No es que tenga alguna influencia, tiene “toda” la influencia en lo que estemos experimentando. De nosotros depende desear alcanzar la libertad personal de crecer interiormente y abandonar la queja poco a poco para irla mutando por el agradecimiento y la comprensión de lo poderosos que somos para crearnos una vida mejor. Para ello es absolutamente necesario abandonar el automatismo en el que repetimos nuestros patrones mentales con los que creamos nuestra realidad y abrirnos a la sabiduría interior. Si todo es mente, es allí donde debemos trabajar. No se trata de que me creas o no a mí, se trata del compromiso que quieras asumir con tu felicidad y para ello hay que seguir un camino de aprendizaje dónde básicamente se trata de desaprender todo lo aprendido sobre nuestra capacidad para crear. Hemos sido diseñados para crearnos una vida buena, somos merecedores de una vida realmente buena, pero esta no llegará hasta que no asumas un compromiso con el aseo de esas creencias mentales, esos “archivos” que tenemos grabados en la mente por herencia o por sencillamente, por costumbre. La vida es demasiado ilimitada, demasiado hermosa para pasar por ella como un sobreviviente que dedica las 24 hs a la queja continua por las facturas que afortunadamente tenemos que pagar porque eso indica que contamos con servicios, o por lo que los demás hacen o dicen de ti. No elijas esa esclavitud. Elije la libertad de ver en cada relación humana un espejo de tus luces y de tus sombras. Cada relación que tienes espeja una parte de tu ser, tanto las que amas como las que aborreces. Todas, desde las relaciones familiares, amorosas, laborales hasta la que tienes con los vecinos. Si te enamoras de la vida, ésta se enamorará de ti. Las relaciones personales son maravillosas, pero todas son espejos de la relación que tienes contigo mismo. Todos colocamos en los demás el poder de nuestra felicidad y los consideramos la fuente del amor, pero esto es una forma de esclavitud y responde a la ignorancia de no saber quiénes somos en realidad. Los demás son nosotros mismos, desde otro plano de la consciencia, aunque la percepción nos devuelva la información de que existimos como seres aislados. El amor es una cualidad del Universo. Es “la” cualidad del Universo. Para tener relaciones armoniosas necesitas enamorarte literalmente de ti mismo, de todos tus aspectos, porque los demás no son más que espejos. Aquellos que te atraen espejan lo que amas en ti, aquellos que aborreces, espejan lo que no aceptas de ti mismo. A veces los espejos son más sutiles y los demás espejan no tus cualidades negativas sino aquellas cosas que juzgas. Estos conceptos son el resultado de los últimos estudios de la psicología actual junto a los físicos cuánticos que ya corroboran que vivimos en un Universo participativo en el que tú eres el pintor y el lienzo de tu vida. Esto no es una tesis personal, es el producto de la investigación de los científicos que estudian la realidad a nivel de las partículas. Nos llevará toda la vida conocer y curar el espejo de las relaciones, pero vale la pena. El amor está aquí y ahora, es una cualidad de todo lo que ves y experimentas, sólo que relacionas al amor con determinada porción del campo cuántico al que llamas “una persona”. Pero esto es un error del intelecto que confunde el reflejo de la realidad con la realidad misma. Cuando se cura la relación primordial con nosotros mismos, el Universo “espeja” esa cura en tus relaciones personales como por arte de magia. En esta magia cuántica aquellos que te irritan se irán de tu vida amistosamente y aquellos que amas se acentuarán. Llegará un momento es que seremos capaces de sentir compasión por todo y no juzgar a los demás, porque sabrás que cada persona que juzgas refleja un aspecto no amado de ti mismo. De hecho es magia literalmente. La que usas a diario para crear tu vida, sólo que ahora al saber esto, esta “magia” se vuelve consciente. Elije hallar tu vocación no importa la edad que tengas, desde la cual puedes tocar lo milagroso de la existencia, elije el agradecimiento diario por estar vivo, por poder cambiar tu mente, por poder degustar cualquier forma de vida que la existencia ha puesto para ti. Recuerda, no estás deprimido, sólo estás distraído. Distraído de la inconmensurable belleza que te construye, del tremendo potencial que tienes internamente para dejar de ser una víctima y un esclavo de las creencias sociales sobre si puedes o no puedes alcanzar tus sueños y transformarte en un mago, en un alquimista, en un creador consciente. Nunca has dejado de crear. Todo lo que te ha acontecido desde que has nacido lo has creado y atraído, incluso aquello que parece in-creable, pero comprender esto implica un compromiso mayor con el entendimiento que no puedo otorgarte en un sencillo artículo periodístico. Yo me creé un cáncer, soledad y pobreza, pero no por ello seguiré anclada en el dolor y en la carencia porque hoy me he creado salud, prosperidad y armonía social. He comprendido que quejarme no sirve en absoluto, que demandarle a los demás amor no sirve en absoluto. El amor es una cualidad en sí misma que nos edifica como especie, como consciencia.Si amas, si te vuelves amoroso en ti mismo, si buscas sin pausa su tarea en la vida, si celebras cada día la existencia así estés postrado en una cama (situación que conozco) así tengas 5 euros en el banco, así no te amen como quieres (mi esposo se fue con otra mujer y sin embargo me sigo considerando atractiva) tienes la libertad de elegir otros archivos mentales que te hagan experimentar otra vida, una existencia destinada a vivir y no a sobrevivir. La realización depende de nuestro grado de compromiso con la claridad mental y el agradecimiento, con abrazar lo desconocido con confianza, con abandonarse a la incertidumbre como un aliado y al amor como una fuerza, no como una relación. Tus emociones y tus pensamientos son los instrumentos que tienes a diario para pintar el lienzo de tu vida. ¿Tienes algo más importante que hacer hoy que conocer tu verdadera naturaleza? Cómo sabemos cuando somos libres? No soy nadie para decírtelo, pero creo que la libertad comienza cuando celebras todo lo que te ocurre con humor, desde lo más horrendo hasta lo más sublime, cuando el agradecimiento por participar en el milagro de la vida se torna parte de tu instinto cotidiano, cuando el dinero es algo que sabes que vendrá por añadidura si buscas con pasión tus talentos únicos así tengas 90 años. Cuando sabes que el amor es una fragancia que te pertenece a ti, una fragancia que esparces a los otros, aunque los otros tengan otros sentimientos. Si amas a alguien que no te ama que eso no destruya tu pasión por la vida, porque la vida te ama tanto, que su amor hacia ti es incondicional. Eres libre cuando ves al espíritu en todo, cuando ves al amor en todo, cuando el temor por la subsistencia disminuye notablemente dejando paso a una renovada y fresca certeza de que sólo por el hecho de existir estás sostenido y que has venido a la vida a dar algo especial a los demás. No siempre estarás contento y alegre, eso es imposible, eso no es humano pero la libertad consiste en recuperar la meseta de tu bienestar interior cada vez más rápidamente y celebrar incluso la tristeza. Lo importante es que no te ancles en la tristeza que la celebres un rato y verás que al no resistirte, la tristeza se irá naturalmente. Eres libre cuando la opinión ajena no altera tu sensación de valía interna, pero a su vez eres capaz de escuchar con alegría una crítica constructiva sin ofenderte. Eres libre cuando el día que ha pasado ha sido maravilloso per se, porque has experimentado el color, el sonido, las texturas, las formas, otros seres vivientes, te amen o no. Eres libre cuando tomas la decisión de elevarte por encima de lo que llamas problemas y hallas en ellos una oportunidad. Un hombre libre de sus miedos internos es un hombre poderoso y ser un hombre poderoso es ser un hombre amante, ecuánime, humorado, agradecido con toda experiencia, amalgamado a toda la existencia. Yo también sufro de hecho he sufrido más de lo que un humano, en promedio, puede soportar en corta edad, según los psicólogos que me han tratado. He pasado por múltiples cirugías mayores, he padecido cáncer, he soportado la soledad extrema que acompaña al desarraigo y falta de recursos, me han sido infiel en numerosas ocasiones, he soportado malos tratos, entre otros horrores que me he creado inconscientemente. Pero aquí estoy diciéndote que puedes trascender cualquier cosa, que tus sueños están a tu alcance, que te mereces vivir plenamente y no sobrevivir si dedicas tu vida a aprender lo maravilloso que te considera el Universo. Te dedico esa libertad.
Cristina Bergoglio.

Cinco Minutos

Quiero proponerte algo: pese a mi desafío en la salud, quiero ayudarte a amar y que me ayudes. Estás en mi vida para eso, estoy en tu vida para eso. Quiero quitar de mi cabeza y quiero quitar de tu cabeza todo lo que nos han enseñado sobre el amor desde pequeños. Nos han enseñado que hay diferentes tipos de amor. Que a unos hay que amarlos de determinada manera y a otros de otra. Que unos merecen nuestro amor y otros no lo merecen, según sus actos. Nos han enseñado que a los seres “cercanos” hay que amarlos más y a los desconocidos no amarlos en absoluto. Nos han enseñado que debemos amar solo a aquellos por los que sentimos atracción y afinidad y repeler a aquellos que no se comportan como “corresponde”. Desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche, nuestro amor está dividido…lo dirigimos a unos con intensidad y a otros con acotamientos. Día tras día amamos así a una existencia que no tiene límites ni fronteras en ningún sitio, y que siquiera tiene límites en el tiempo. Esa clase de amor que hemos aprendido nos limita tremendamente…porque tenemos que elegir a quien amar y a quien no amar…según nuestras expectativas y eso es un desgaste mental tremendo. La mente debe elegir todos los días qué es digno de nuestro amor y que no. Así se nos pasa el día…dolidos por aquellos que no nos dan el amor como creemos merecer…De esa división, de ese temor nace todo nuestro sufrimiento. La existencia no divide nada, es un todo fluido…no hay ninguna frontera en ninguna parte, solo la mente ve esas fronteras. Todo es energía de la misma característica, solo cambia su frecuencia. Si logramos no ver esas fronteras que nos han enseñado la educación, nuestros padres y la religión, no existe ningún sitio en absoluto donde no reine el amor. Nosotros somos los que todos los días, DEBIDO A NUESTRAS INTERPRETACIONES GESTADAS EN EL PASADO, ELEGIMOS qué amar y cuándo y cómo. Es una tremebunda esclavitud. Pero vivimos así. No tiene nada que ver con o a quien estés amando, para la existencia lo importante es que ames. Me dirás: no puedo amar a esa persona: me ha hecho daño: y yo te digo: si todo es energía, si todo en la existencia fuera de nuestra percepción eclipsada, es amor en la misma proporción…¿quién te ha hecho daño? ¿El amor?. Iluminarse es ver el amor que ocurre aquí y ahora. El amor aquí y ahora, sin ego. El ego es el que te hace dividir un flujo continuo, ilimitado en partes de la existencia que merecen nuestro amor y partes de la existencia que no lo merecen. Este cambio de percepción, porque es solo un cambio de percepción, no algo que debamos alcanzar, sino solo un velo que hay que correr aquí y ahora, es el salto hacia la libertad. Y que pasa cuando eres libre: ya no debes luchar por el amor de nadie, ya no debes luchar por la subsistencia, ya no debes luchar por demostrar tu valía…ya que es como si el océano luchara por ser agua. Si ya eres el océano ¿porqué luchar por el amor de algunas olas?…no importa lo que el otro haga o diga, tú le amas…porque entiendes que en el otro también está el océano, que es agua como tú. Este cambio de percepción transforma literalmente todo lo que te ocurre. Los recursos llegan por sí solos y las relaciones acaban o se transforman. Pero dejar ir quienes deben irse y dejas que lleguen los que tienen que llegar sin aferrarte. Y la muerte de la gente ya no te agobia. La gente muere, porque sino el planeta estaría tan atestado que sucumbiría ante el propio peso de la gente. Algunos se irán antes, otros después ¿pero antes o después de qué? No van a ninguna parte. Los átomos siguen mutando, pese a nuestras ideas absurdas sobre la muerte y sobre la vida, de hecho nuestras partículas están moviéndose ahora mismo. ¿Entonces estás vivo o estás muerto? Si tus partículas ahora están en ¿cómo sabes donde acabas? Mira el universo con ojos renovados. Y la vida responderá a esa nueva visión.

Cristina Bergoglio.

El pájaro Cuántico

Cuando nacemos somos totalmente naturales. Completamente conectados con nuestro aspecto sabio, fluido, intuitivo, poderoso. Observa cualquier bebé. El intelecto aún no ha opacado su instinto, su sentido común. Su conexión con la existencia, con el universo, con todo lo que le rodea es plena. La mente adulta en su ignorancia, considera que el bebé “aún no sabe nada” y es todo lo contrario, en la inocencia del bebé está contenido todo el conocimiento del humano, desde el inicio de la tierra, de las estrellas, de las galaxias. Si Adolf Hitler le hace una caricia o una mueca, y posteriormente se la hace el Dalai Lama, el intelecto del bebé aún no ha aprendido a discernir si ese aspecto de la existencia que le sonríe a través de esas bocas, es “bueno o malo”. El bebé celebrará a ambas sonrisas y sonreirá. No las juzgará. Porque sencillamente la intuición del bebé, que es el aspecto incognoscible, trascendental de todos nosotros, aún no ha sido eclipsada por la razón y el juicio que más adelante aprenderá a través del intelecto. Cuando un pájaro viene a cantar a tu ventana, el pájaro no piensa: “este humano es un idiota, no cantaré para él y si no hace caso a mi canto, me marcharé de su ventana”. El pájaro cantará para ti le correspondas o no, le juzgues o no, seas o no testigo de su belleza. La realización plena del pájaro como criatura de la vida no se verá en absoluto alterada por los juicios de tu mente ni por tus sentimientos hacia el pájaro. Él está totalmente realizado en sí mismo, no duda de su potencial como cantor, no tiene complejos por el color o calidad de sus plumas, no tiene un debate interior sobre si otros pájaros le verán bello u horrendo, no se siente solo por ir de rama en rama cumpliendo su misión que es embellecer la vida y cantar, no está preocupado por si otras criaturas le aplaudirán cuando emita su voz o serán indiferentes, no tiene ninguna duda de que es amado y sostenido por la inteligencia que lo ha creado, no alberga ningún rencor hacia otros pájaros cuando éstos se llevan una migaja de pan antes que él pueda alcanzarla, porque el pájaro sabe que la inteligencia que le ha creado le dará de comer, le proveerá de materiales para que construya su nido, le dará una familia donde tendrá todo lo que necesite para alimentar a sus crías. No se siente solo ni improductivo varado un rato largo en una rama o en un cable eléctrico admirando la infinita belleza de la creación, no teme por su futuro, no se está cuestionando o culpando por su actuación de ayer o antes de ayer. No alberga remordimientos por ningún suceso pasado, no alberga ninguna ansiedad por los sucesos futuros. El pájaro está inmerso en su presente, el único momento que existe, a gusto a solas y en compañía de otros pájaros. No siente envidia hacia ninguna otra criatura porque sabe que él puede brillar en su máximo esplendor si se entrega a la existencia, a lo que para el pájaro pueda llamarse Dios, de hecho el pájaro siquiera piensa si debe “creer o no creer” en Dios. Para el pájaro Dios o la Vida es una realidad cotidiana, permanente, incuestionable que siquiera necesita formularse como un interrogante a responder. El pájaro no necesita sacerdotes ni doctores ni teólogos que le adoctrinen en la fe en sí mismo, porque el pájaro ya es en sí mismo su propia religión. No ve diferencias entre la calidad y sustancia entre sí mismo y el resto de la existencia. Jamás te atacará, solo se defenderá si pones en peligro su sustancia, sus crías, su vida, pero jamás te atacará. Incluso si le atacas, el pájaro lo permitirá sin violentarse más allá de lo que le permita su instinto, pero no acuñará una rabia prolongada hacia ti. No deberá ir al siquiatra a relatar cuánto te odia. El pájaro seguirá adelante, olvidándose totalmente de tu ataque y continuara otorgándote su canto sin rencores, ni venganzas ni estrategias. Seguirá maravillado contigo, porque para él eres una criatura maravillosa y con un potencial increíble, le hayas hecho lo que le hayas hecho en el pasado, le insultes o le adules, lo ames o no, le cantes tú a él o no. Sólo que él sabe lo infinito que es y tú lo has olvidado. Pero cuando eras bebé lo sabías, solo que ahora, lo has olvidado. Si el pájaro que tiene un intelecto más sencillo que el tuyo, si su cerebro es menos complejo que el tuyo y logra esas proezas ¿Cómo no vas a lograrlo tú que eres un humano? Para adentrarte en el terreno de la creatividad como una cualidad del universo, de la plena realización como una cualidad de ti mismo que eres una partecita del universo, debes abandonarte a la magia de la intuición. Debes ser como ese pájaro.

Y para adentrarte en el territorio de lo desconocido que implica el gran salto hacia la creatividad y el genio dónde encontrarás tu vocación como nuestro amigo el pájaro, primero debes saber qué eres, quien eres en tu naturaleza esencial y qué narices es eso que llamas “realidad”. Si te pregunto quién eres, me dirás: me llamo fulano de tal, vivo en tal país, estudio o trabajo en tal cosa, deseo ser bombero o arquitecto, etc. Todos esos son rótulos y etiquetas “reales” en la superficie, pero en la profundidad no eres ningunas de esas etiquetas. En la profundidad de ti mismo eres el campo de todas las posibilidades. Para hacer conocible por tu intelecto ese campo dónde todas las posibilidades son “posibles”, necesitas comprender la escala más pequeñita de ese material desconocido que te conforma a ti y a todo lo que existe. Si no tienes unas nociones básicas de los ladrillos que te construyen a ti mismo, a las plantas, los animales y a todos los seres, ¿cómo vas a dar una descripción que sea fidedigna a la pregunta: ¿quién y qué soy? Y la escala más ínfima, más pequeña y accesible al intelecto que poseemos los humanos hoy para conocer el idioma de la creación, es la física de las partículas, la física cuántica. La experiencia del mundo físico es una superstición que hemos aprendido, confiando exclusivamente en nuestros cinco sentidos. Esta superstición acepta la experiencia sensorial como la prueba definitiva de la "realidad" del mundo físico. En este paradigma, en el cual todos estamos atrapados por condicionamiento social, solo es "real" lo que podemos tocar, ver, oír, oler, palpar y degustar con nuestros órganos de percepción. Sin embargo, desde hace ya muchos años, los físicos cuánticos, nos develan una realidad más mágica e incluso más "real", donde hasta la idea de que un objeto es sólido y desconectado de lo demás, es un absurdo, en un caos de energía, vacío e información que parece ser, efectiva y experimentalmente, el universo que habitamos. Déjame que te aclare sencillamente estos conceptos porque son de una importancia tremebunda. De hecho comprender la naturaleza cuántica de la realidad es el descubrimiento más importante que puedas realizar en tu vida para cambiar tu realidad cotidiana y alcanzar tus sueños. Para ello te propongo un ejercicio mental que llamaremos: ver a través de la máscara de la materia. Te garantizo que comprender las implicaciones de este ejercicio te pondrá ante las puertas de la magia que siempre has deseado experimentar. Mira tu mano detenidamente. Sigue sus líneas y pliegues, palpa la textura de tu piel, el color de esa piel, los poros, la sensación de suavidad y blandura de la palma de tu mano. Esa es la mano que te revelan tus sentidos: un objeto sólido, compuesto de carne, huesos y sangre. Ahora intentaremos mirar esa mano con un microscopio gigante que pueda “ver” los componentes más pequeños de tu mano. Imagina a un microscopio de altísima potencia. En la potencia más baja puedes ver un grupo de células, tejidos, y otros componentes orgánicos. Imagina que ajustas la potencia de la lente de nuestro maravilloso microscopio cuántico y comienzas a ver la escala de tu mano en la que se perciben los átomos. Cuando en la escuela se habla de átomos, normalmente nos dicen que tienen un núcleo con protones y neutrones, y que los electrones giran alrededor de aquél en órbitas fijas y ubicadas a diferentes “distancias”. Pero la distancia entre ese núcleo y la nube de electrones es la proporcional a un cacahuete en medio de un estadio de fútbol, o sea que lo que llamamos sólido, no es sólido en absoluto sino que es prácticamente “algo” lleno de “nada”. Pero esa “nada” es una nada inteligente, de una energía extraordinaria. Y se ha demostrado en laboratorios recientemente que una misma partícula subatómica puede estar en dos sitios a la vez. No distintas partículas, sino “la misma”, aunque nuestro intelecto nos diga que esa información es absurda. ¿Dónde ha quedado tu mano ahora? ¡La hemos descongelado en un maravilloso mundo cuántico! Resulta que esa mano, tu mano que creías sólida y con bordes definidos no es más que manojos fantasmales de energía e información, porque recuerda que ese vacío es “inteligente”. Es decir que nosotros mismos, que “somos esas partículas” podemos estar en dos sitios a la vez. Para ello debemos dejar de percibir al Universo como una serie de entidades separadas en el espacio y en el tiempo, sino como un todo continuo, que es totalmente sincrónico, interconectado y simultáneo en el tiempo si miras lo que llamas “realidad” con este increíble microscopio cuántico.

Comprendo perfectamente que aceptar estas nociones implica un cambio total de percepción y que implica aparcar en un cajón, le llamaré “el cajón de los sentidos de Newton” el resultado totalmente ilusorio de la experiencia sensorial que nos hace ver como entidades separadas, inconexas en su material esencial y en una secuencia temporal para abrirnos a una idea de universo fluido, cambiante, simultáneo y totalmente interconectado en el espacio y el tiempo, al que llamaré: “el cajón sin los sentidos de Einstein”. Tal como aprendimos en la clase de ciencias, esas partículas sólidas también pueden comportarse como ondas. Aprendimos que las unidades más pequeñas de la materia, como los electrones del átomo, eran “partículas” y que las ondas como la de la luz y el sonido, eran “ondas”. No había confusión entre ambas: las partículas eran partículas y las ondas, ondas. Lo que los científicos descubrieron posteriormente es que una partícula subatómica es lo que se conoce como paquete de onda. Imagina una onda con sus crestas y valles separadas uniformemente. Un paquete de onda es una concentración de energía de “esa onda”, imagina la misma onda pero que las depresiones y crestas estén muy juntas y vibren muy rápido, eso es lo que llamamos partículas. Le llamaremos cariñosamente: ONDÍCULAS. No puedo en este artículo dar una disertación profunda del complejo mundo cuántico que siquiera el Premio Nobel de Física ha logrado respuestas concluyentes, pero puedo decir con seguridad que lo más cercano y directo para conocer el idioma de Dios es la física cuántica. Tu mano ¿ha dejado de existir? No, en absoluto. Sólo ha ocurrido que al mirarla con tu gafas cuánticas has cruzado el límite entre la materia y la energía y la conclusión que podemos sacar, gracias a los últimos paradigmas científicos, es que tu mano y todo “tú” no es más que unos puntos diseminados de energía en medio de un inmenso espacio vacío. ¡¡¡Cada partícula de materia “sólida” se compone en un 99,999 por ciento de espacio vacío!!! ¿Qué no lo crees? Ve a los laboratorios del Gigante Acelerador de Partículas del Cern y te dirán que sí, efectivamente esa mano que llevas “puesta”, está hecha de nada. Que no te extrañe que esos científicos te miren con picardía y estén ojerosos, porque ni ellos mismos pueden creerlo con la mente racional. Ahora que hemos tocado el espacio cuántico que compone “todo” deseo que te sientas más a gusto allí. Ya sabes que todo está hecho de energía e información, pero hay una “materia prima” con la que plasmas en tu mundo la realidad “física”. Esa materia prima con la que se construye tu mundo y todo lo que hay en él son tus pensamientos y sentimientos. Se ha demostrado en los laboratorios dónde trabajan incansables nuestros ojerosos amigos físicos, de modo irrefutable que el observador influye en lo observado. Es decir que cada vez que miras al campo cuántico con un pensamiento, es decir cada vez que piensas, éste tiene una frecuencia que se emite al universo como si se tratara de una central de radio y lo que vuelve a ti, no son canciones sino imágenes tridimensionales que no son las imágenes de una película de cine sino que son las imágenes de tu vida. Pero que lo que realmente “plasma” en tu realidad esos pensamientos, son tus sentimientos. Tus pensamientos dan forma y tus sentimientos “los hacen manifestar en el mundo físico”. Me dirás, ¿entonces para ser feliz, se trata de que controle mis pensamientos? Eso sería una locura. No puedes controlar el increíble flujo de pensamientos que tienes al día, alrededor de 60.000. Casi todos son los mismos día a día y por eso experimentas una realidad que “parece fija y separada de tu implicación como observador. Digamos que la mente “confunde” el espejismo de la realidad producto del interior y la ve como una realidad objetiva fuera de ti mismo” Pero puedes controlar tus sentimientos que son los indicadores de cuál es la “frecuencia” de lo que estás pensando. Sólo hay dos clases: sentirse bien o sentirse mal. Los sentimientos que te hacen sentir bien, como los amigos, una bella y alegre canción, mirar a un bebé (uno que no llore, claro) atraen a tu mente pensamientos que son positivos y eso se “plasma” en tu realidad porque los pensamientos buenos y positivos son de una frecuencia alta. Hay un método sumamente práctico que he ideado para que sepas siempre en qué frecuencia estás. Imagina una escala del 1 al 10. Los buenos sentimientos que producen buenos pensamientos son de una frecuencia alta, digamos que superior a 5. Si piensas por ejemplo: “qué bonito día hace hoy, tengo problemas pero sé que hay una solución para ellos. ¡Qué bellas son las personas aunque algunas no me quieran como yo deseo!” Esos sentimientos y pensamientos derivados de ellos no tendrán más remedio que manifestar formas de realidad semejantes a esa frecuencia. Todo lo que sea 8 en el universo acudirá a ti como si fueras un imán que atrae cosas positivas. Por el contrario si tienes sentimientos de dolor emocional, de pesimismo, de rencor u envidia, de auto-conmiseración, de baja autoestima, de intolerancia y rabia, esos sentimientos producirán pensamientos de frecuencia baja. Digamos que de una frecuencia 3. Por ende la infalible ley de la atracción no tendrá más opción que manifestarse en formas de realidad negativas. Todo lo que tenga una frecuencia 3 en el Universo acudirá a ti en forma de experiencias negativas. Pero tranquilo, sólo se trata de pensamientos y sentimientos que puedes cambiar en un instante. No importa cuán desesperada sea la situación en la que te encuentres, ésta es producto de tus pensamientos y sentimientos actuales y estos pensamientos derivados de tus emociones negativas son moldeables y su frecuencia de 3 puede pasar a 10 si usas tus recursos interiores. Ponte ropa bonita, escucha una alegre canción, mira una fotografía que te traiga buenos recuerdos, celebra que estás vivo. Ámate tal como eres. La creación te considera infinitamente bello y perfecto. Esos son recursos para cambiar tu frecuencia y elevarla. No te preocupes por tener pensamientos y sentimientos negativos, ¡eres un humano! Se ha demostrado científicamente en numerosos experimentos en muchos laboratorios y en muchas universidades del mundo, que un pensamiento positivo es sumamente más poderoso que uno negativo. Sencillamente tiene una frecuencia más elevada. No debes preocuparte si no entiendes esto a la primera. Yo no entiendo la gravedad y sin embargo sé que es una ley que nunca deja de funcionar, ¡aunque yo no la entienda! Las vacas no salen volando por ahí porque yo no entienda bien la ley de la gravedad. Y este nuevo entendimiento es la magia de la realización. Vuelve al ejercicio de la mano si te has perdido, recuerda que en la escala más íntima del universo, todo es energía que vibra en distintas frecuencias. Por eso todas las personas sabias te dicen que debes “pensar en positivo”. Los sabios de verdad no te lo dicen para que te resignes a tus problemas, enmascarándolos con esos pensamientos, sino están mentando una ley universal que se conoce como la ley de la atracción, de la que te he hablado. Lo semejante “ATRAE” a lo semejante. ¡Sentir y pensar en 9 atrae experiencias 9! Recuerda que lo que debes controlar son tus sentimientos, no tus pensamientos, ya que éstos son derivados de los primeros. Es una ley infalible del Universo que jamás cesa y que ha hecho que hayas atraído todas las experiencias de tu vida, las buenas y las malas, pero de modo inconsciente. Digamos que conocer a Dios es conocer la naturaleza cuántica de todo lo que existe. Conocer la naturaleza cuántica de las cosas es conocer la ley de la atracción y es la clave para la paz mundial y la realización personal, ya que se trata de aprender a “pensar y sentir mejor”. ¡Hay que sentir y pensar por encima del 5! Los pensamientos que son productos de buenos sentimientos como la compasión, la alegría, el optimismo, la tolerancia; por obra y gracia de esa ley infalible traerán a tu vida experiencias positivas. Te pondré un ejemplo. Haz este ejercicio mental: imagina por un momento a la persona por la que más hostilidad sientas. Imagínate frente a esa persona. Esa persona parece distinta a
ti, separada de ti por un espacio, con bordes definidos, cuyo material se mantiene estable y la naturaleza de ese material, parece efectivamente, sólido. Recuerda tu mano cuántica que ahora sabes que es fluida y conectada con todo lo demás. Ahora imagina que te pones otra vez las “gafas cuánticas”, unas gafas que te permitieran ver a esa persona que tanto te irrita, en su escala más pequeña. Harías el más sorprendente de los descubrimientos. Con esas “gafas cuánticas” verías que tus partículas subatómicas están ahora en el cuerpo cuántico de tu antipático amigo-enemigo y que el material que a los ojos “normales” parece distinto al tuyo, ahora está en tu cuerpo. En el nivel cuántico, tú y tu peor enemigo sois el mismo cuerpo y ambos cuerpos intercambian su “material” todo el tiempo con el cuerpo del Universo. Recuerda que nuestros ojerosos amigos físicos cuánticos se están dejando la piel para que nosotros comprendamos estas cosas. Es decir que tú, tu peor enemigo y el resto del cosmos son la misma cosa. Imagina que ese entendimiento afecta directamente en las emociones que sientes por esa persona y que este nuevo y refrescante descubrimiento de que ambos “sois la misma cosa hecha de vacío” hacen cambiar, a través del sentido común, tu hostilidad y comienzas a amarle o al menos a sentirte empático hacia él. Como dos personas que se sienten del mismo equipo de fútbol. No porque te lo diga nadie fuera de ti, que “debes amarle”, sino porque este nuevo entendimiento de la realidad te lleva directamente a la empatía por esa persona, al comprobar y saber que tú y esa persona compartís el mismo espacio unificado. ¿Y qué hay de nuestro pájaro del principio de este cuento? Nuestro querido y despreocupado pájaro “sabe” en su fuero interno todas estas cosas. Las sabe porque su instinto está totalmente desarrollado. El pájaro y toda la naturaleza conocen por experiencia propia que son “cuánticos “y por eso viven tan felices y cumplen su misión sin estrés ni preocupaciones tontas”. No han olvidado como tú y yo nuestra naturaleza esencial. Ahora que has traspasado los límites del mundo de la materia, quiero llevarte al mundo de tus sueños y anhelos. Para ello debes convertirte interiormente en ese pájaro y realizarte como él y ello implica que tienes como él, unas cualidades innatas, seas quien seas, vivas donde vivas, y sean cuales sean tus circunstancias actuales. Esas cualidades son tus talentos únicos. Ningún otro ser humano tiene en el planeta tus cualidades que son únicas e irrepetibles. Pienses lo que pienses de ti mismo y piensen lo que piensen de ti mismo los demás hay un don o varios que posees y que si los exploras y desarrollas te haces un bien enorme a ti mismo y a los demás. Conectar con tu potencial es conectar con tu naturaleza cuántica, dónde existes, como el pájaro en un campo de infinitas posibilidades a tu alcance. Pero para conocer esas cualidades debes hacer un trayecto, desarrollar un camino en el que pueda que existan obstáculos, creados por ti mismo de manera inconsciente para aprender como si fueras al cole, sólo que no se trata del cole sino de tu vida. Muchas personas en ese camino te instarán a desistir de alcanzar tus sueños, pero depende de ti confiar en tu potencial del mismo modo que el pajarillo de nuestra historia cuántica ha confiado plenamente en que hay un plan magistral de la Naturaleza para él y que es sostenido y amado por la increíble inteligencia que le ha creado. Esa inteligencia, le llames como le llames: Dios, Universo, Ser Superior, campo cuántico, te sostiene, te ama infinitamente y te ha dado la intuición para guiarte, del mismo modo que el pájaro usa su instinto para guiarse y ser plenamente feliz. Esa intuición no es racional, no está en el campo de la mente, es algo que sientes y que tiene unos síntomas. Se manifiesta a través de pistas y señales que el Universo te va dejando todo el tiempo como si se tratara de un juego de misterio que sostienes con Dios. Si te abres a tu intuición, si confías en esas coincidencias sincrónicas que todos hemos experimentado y de las cuales nos hemos beneficiado muchas veces, y te abandonas a la sabiduría de la incertidumbre, tus sueños están a tu alcance. Esas pistas y coincidencias que llamas “casualidades” son el lenguaje de Dios, del Universo, para contarte sus planes. Una llamada de alguien en quien estabas pensando, un letrero que ves en la calle, unas palabras oídas al azar, el título de un libro, una canción. Si estás alerta al lenguaje del Universo cuyo idioma son esas coincidencias, estás en el camino de tus sueños. Es la manera que tiene la inteligencia que te ha creado de susurrarte sus planes. Tus deseos más íntimos y evolutivos son los planes de Dios. Si usas tus capacidades para ayudar a los demás, tus planes están en consonancia con los planes de Dios, son sincrónicos y la ley de la atracción cuántica de la que hablamos antes, harán que se cumplan con facilidad. Pero debes hacer un pacto contigo mismo de honestidad y de sinceridad y responder a estas preguntas: ¿Qué he venido a dar? ¿Cuál es mi misión en el Universo? ¿Qué se me da bien hacer? ¿Cuáles creo que son mis cualidades personales y que nadie más posee? ¿Cómo puedo ayudar a mi prójimo humano? Recuerda, igual que el pajarillo cuántico, estás guiado por la fuerza que te construye a ti y a toda la creación y que te ama incondicionalmente y una vez que respondes a estas básicas y esenciales preguntas, el Universo te proveerá de todo lo que necesites: recursos económicos, humanos, información que necesites. Sólo debes amar desde tus talentos, desarrollarlos, y abandonarte a la confianza que hay un plan de Dios mayor a tu comprensión actual, para ti y que si vives en armonía como el pájaro con todo tu entorno, los desarrollas con paciencia, a sabiendas que darán sus frutos cuando maduren y sea el momento oportuno, no sucumbiendo a los obstáculos que son oportunidades de crecimiento, esos sueños se cumplirán. Cómo el pájaro de nuestra historia, canta a los demás tu mejor canción, no importa si los demás te aplauden o no. El reconocimiento puede llegar o no, la fama no es lo importante, sino que estás brindando tu más bella canción a los otros humanos. El pajarillo lo hace así, tú también puedes.

De ese modo, esta persona que te escribe estas palabras, se curó de un cáncer avanzado, estudió varias disciplinas y hoy se dedica al arte, a la literatura y la ciencia con alegría y agradecimientos diarios participando de la abundancia del universo y de la exquisita sensación que implica dar a través de tus talentos sin esperar nada a cambio, solo la maravilla de poder hacerlo.

Muchas gracias por tu atención.
María Cristina Bergoglio y el pajarillo cuántico.

Las cuatro jaulas de dios

Te regalo un Dios silvestre…

Observa a un león en una jaula. Sus ojos no son los de un león. Están opacos, muertos, distantes. No tienen pasión ni están alertas. ¿Para qué habrían de estarlo? ¿Para qué el león habría de molestarse en mirar con energía, con instinto, con atención? Si la jaula está ahí cercándole, cercenando su exploración, sus ansias de sabana, su hambre de geografías, su sed de vientos. Un león en una jaula no puede indagar sobre los asuntos esenciales de la sabana, no puede preguntarse ni elegir en qué sitio puede dormir su siesta. Sólo hay un sitio: el cuadrilátero de la jaula. No puede conversar con la jirafa o con la cebra amorosamente. ¿Cómo va a conversar con otras criaturas si está dentro de una jaula? No puede.

Eso hacemos con Dios. La magistral inteligencia que ha creado toda la existencia, cuya naturaleza conocemos poco, pero es evidente que si existimos existe, vive en libertad. Pero nosotros deseamos domesticarle. Es un Dios silvestre, totalmente expandido, amoroso, conversador, ligero, inocente, y a su vez de una vastedad y complejidad inconmensurable para nuestra mente. Es un león en su sabana.

Hay varias jaulas dónde metemos a la fuerza a Dios y entonces no podemos experimentar su voz, su estado, su gracia, su libertad.

La primera jaula, es la de la percepción. Tanto privarnos de los sentidos como estimularnos son actos que no abarcamos profundamente. Metemos a la existencia en las tres dimensiones que conocemos con los sentidos. Sólo consideramos la existencia de lo que consideramos sólido y en ese error del intelecto, no vemos lo esencial y vacío que está el cosmos si deseamos profundizar en sus escalas. Si bajamos de la enorme escala de la molécula hasta las profundidades sub-atómicas, Dios es silencio puro pese a la música variopinta de la superficie. Y si subimos por esa escalera de la materia hasta el mundo penta-sensorial, tampoco vivimos esa realidad con plenitud. No nos asombramos con el mundo de los colores, los olores, las texturas, los sabores, los sonidos. Pese a que la realidad es una ilusión, aún ciegos ante esta interpretación de la realidad, no olemos con meditación ni vemos con maravilla o con asombro plenos. No oímos con atención, absortos en todas las músicas que suenan a nuestro alrededor. Pasamos por el día deseando angustiados que ocurra algún milagro. Y cada color, cada sonido, cada gota de lluvia que roza nuestro cuerpo, cada textura de la naturaleza ¡es un inconmensurable milagro! No vivimos con atención el bello regalo que nos regalan los sentidos. Todo nos parece redundante y repetido. Por eso el árbol no nos conmueve ¡es tan parecido al de ayer! Por eso el canto de un ave no nos educa ¡es tan trivial y pequeño al lado de mis quejas! Por eso avistar a otro humano, magistralmente diseñado, cuyo cuerpo es de una ingeniería sublime. Cuya construcción implica billones de acontecimientos dónde toda la historia de la evolución se desglosa en su ADN. Cuya belleza supera a todas las piezas de arte de la creación humana. Pero no vemos eso, vemos a un jefe, a un enemigo, a un competidor, a un ser que no es digno de nuestro asombro y emoción.

La segunda jaula es la de los condicionamientos. Ya sean políticos, religiosos, artísticos, económicos, filosóficos. Dentro de la jaula de las ideologías nunca un hombre podrá conversar con otro. “Parecerá que conversa” Si voy hacia ti desde una ideología, desde un ismo, haré como que te escucho, haré como que converso contigo. Sencillamente estoy a la espera de atacarte. Lo haré civilizadamente, no te apuntaré con una pistola, ostentaré una sonrisa, pero cuando acabes tu disertación desde tu jaula, te atacaré con mi disertación desde la mía. Entonces no habrá comunicación. Seremos dos seres que monologan al unísono, pero que no dialogan. Yo buscaré convencerte de que tu verdad es errónea y tú buscarás lo mismo. Eso no será compartir, eso no será dialogar, eso será competir. Nos despediremos con un falso abrazo, pero por la noche pensaremos: mi jaula es la verdad y el otro está equivocado. Allí no hay amor, allí no hay Dios, allí hay ego. Nuestros dioses están presos, como van a salir a bailar juntos. ¡Cómo van a contarse chistes nuestros dioses si están aislados en sus jaulas! No pueden. Los hemos dividido. No te interesa que yo te ame, te interesa convencerme. No me interesa amarte, me interesa adoctrinarte. Mientras portes una etiqueta, un ismo, una ideología: soy de izquierdas o de derechas, soy de la iglesia ortodoxa o soy musulmán, o soy católico, o soy republicano o soy demócrata…estarás lejos de la voz unificadora de Dios. ¡Dios no puede portar una etiqueta! Es tan vasta esa mente, tan infinita su creación, tan misericordiosa su voluntad y su amor hacia nosotros, ¡cómo iba esa inteligencia tan sobrenatural portar un vestido, un nombre, un dogma, incluso un género! No conozco ninguna pantera de izquierdas, o un oso judío. La Naturaleza no hace tales tonterías. Y no digas que la Naturaleza no es lista si tu material y el de la Naturaleza son lo mismo.

La tercera jaula es la del sentimentalismo. La jaula de las emociones desbordadas. El sentimentalismo hará que seas un madero náufrago entre las orillas de la adulación y la crítica. Entre las riberas del dolor y del placer. Pasarás de una orilla a otra caóticamente. Estarás a merced del ego. Me amarás cuando te aplauda, me odiarás cuando te haga una observación. Me amarás si te amo como tú deseas, me odiarás si no te amo como tú deseas. Entonces si no hago lo que deseas, tus emociones se volverán ciegas y sucias. Me envidiarás, me tendrás rencor, me subestimarás, me ignorarás, me idolatrarás, me admirarás según si me adapto o no a tus necesidades emocionales. Según pueda llenar o no tus vacíos emocionales. Si los lleno, dirás que soy amoroso. Si te dejo en libertad para caminar sin muletas, dirás que soy distante. Con el sentimentalismo, no podrás amarme incondicionalmente. Hasta que no estés pleno de ti no podrás amar sin condiciones. Y tampoco podrás disfrutar de una emotividad sana, creadora, que te desahogue si te han enseñado que los hombres no lloran o si te han enseñado que por ser mujer, todo debe romperte por dentro. Las emociones son nuestro timón para conocer cuáles son nuestros pensamientos. Y nuestros pensamientos son los que crean nuestra realidad. Si no sanas tus emociones tu ego será tu timón emocional y no podrás ser inmune a las críticas como a la adulación. Si te adulo y te afecta, no podrás verme como un igual. Si te critico y te afecta no podrás verme como un igual. Entonces no acontecerá el amor en ti como una fragancia que desprende una rosa. El amor es una fragancia que desprendes cuando hayas hecho el trayecto hacia el Dios silvestre, no es una relación. Si eres amoroso eres como la rosa. Amas sencillamente, tengas o no testigos de tu belleza. Es una fragancia que está en ti, independientemente de que los otros la huelan o no.

La cuarta jaula es la del la opacidad de la intuición. Nos han enseñado a ser racionales, a vivir desde la mente analítica, lineal, previsible. Siempre estás esperando lo conocido, lo tratado, lo verificado, lo muerto, lo que está en el pasado. Entonces te pierdes la frescura de lo desconocido, de la incertidumbre, de no saber qué pasará en el momento siguiente. Necesitas de la seguridad. No te interesa el viaje ni el cambio, sólo te interesa un destino conocido y seguro. Pero esa seguridad no existe. La sensación de identidad con lo conocido es importante para sobrevivir. Si mañana olvidas que el fuego quema, pondrás la mano en la plancha caliente y te quemarás. Si mañana olvidas que debes esperar a que el semáforo dé luz verde, te atropellará un coche u olvidarás quién es tu esposa. Es importante esa identificación con lo conocido para sobrevivir y poder interactuar con los demás. Pero sólo a ese nivel necesitas de lo conocido, del análisis, de la previsibilidad. La intuición es la inteligencia absoluta, es el modo más sensato de vivir. Es abrirte a la imprevisibilidad sabiendo que la inteligencia que te ha creado ha organizado un plan magistral para tu vida y que puedes seguir ese plan, siguiendo las pistas que te deja en el camino. Dios nos habla continuamente a través de la intuición o corazonadas, pero creemos que esas cosas son tonterías. La intuición ha creado a seres como Mozart, como Einstein, como Picasso, como Buda, como Cristo. Porque ellos han vivido con sus hemisferios derechos completamente equilibrados con sus hemisferios izquierdos cerebrales. Si permites ser guiado por la intuición, entonces toda la existencia es un juego de escondite con Dios. Hallarás pistas por todos los rincones. Hallarás la voz de Dios en cada conversación que escuches, en cada canción, en cada letrero en un periódico. Dios te habla todo el tiempo, solo que no le escuchas y luego te quejas y piensas que ¡no escucha tus oraciones! Tú no escuchas a Dios.

La intuición te permite celebrar información que escapa a tu sentido común y ser creativo en momentos difíciles. La intuición, la mente que da saltos cuánticos de creatividad y no sigue unas normas preestablecidas te permite tocar lo sagrado de la existencia, su infinita frescura y expansión, como los garabatos de un niño en una hoja de papel. Esa mente está lista para percibir a Dios en estado silvestre, salvaje, fuera de su jaula. Esa mente es genial y sumamente eficaz porque está en consonancia con la genialidad del Universo. Esa mente hallará soluciones dónde los otros hallan frustración, linealidad y normas. Esa mente no puede juzgar, sólo celebrar. Su moral radica y está totalmente manifiesta en la siguiente pregunta: ¿QUÉ HARÍA EL AMOR AHORA? Repito, ¿QUÉ HARÍA EL AMOR AHORA?, esa es toda la moral que necesitas. Dios no castiga a los pecadores, porque para Dios la idea de pecado es absurda. ¿Cómo va un Dios tan amoroso castigarse a Sí Mismo? En tu mente enjaulada reside esa idea absurda. El amor no puede juzgar y Dios es amor.

Yo te propongo un Dios Asilvestrado, como asilvestrada está toda la existencia. Ese Dios silvestre no es caótico, no es indisciplinado como crees y por ello necesitas enjaularlo, sencillamente no conoces profundamente su orden, su disciplina, su cosmos, porque su cosmos no cabe en tu jaula llena de normas aprendidas de otros seres que tienen a Dios en sus propias jaulas. Deja a Dios en su sabana, como un león bellísimo y amantísimo.

Rompe la jaula de tu percepción elevando tus sentidos al paroxismo, de modo que una gota de lluvia en tu rostro signifique toda la felicidad que desees experimentar. De modo que fregar el suelo de tu cuarto de baño se convierta en una meditación dónde participa toda la química del universo. Rompe la jaula de tu percepción, de manera que puedas oír el silencio de Dios profundamente, bajo el concierto de todas las formas de la superficie. Bajo el concierto del cambio.

Rompe la jaula de tus condicionamientos, de modo que no veas competidores, sino amigos. De modo que nada de lo que hagas tenga una etiqueta desde la cual no puedas comunicarte con otros. De manera que cada vez que alguien viene con una idea nueva no tengas que someter esa idea fresca a tu tribunal de creencias y posturas y te pierdas un nuevo aprendizaje sobre ti mismo.

Rompe la jaula del sentimentalismo, de manera que cada vez que alguien te exponga sus sentimientos contrarios a tu voluntad, no sucumbas al dolor emocional y te rompas. De manera que cada vez que alguien te critique, no tomes eso como una ofensa sino como una oportunidad de crecimiento ¡quizás el otro tenga razón! Date esa oportunidad de reflexionar sin que mengue tu auto-estima. De manera que cada vez que alguien te aplauda, no sucumbas a la idea de que no debes seguir mejorando y te pierdas la maravillosa sensación de la humildad.

Y por último rompe la jaula del pensamiento analítico y permite que la intuición guíe cada segundo de tu existencia. De manera que cada vez que experimentes una coincidencia, veas una señal del universo dirigida exclusivamente hacia ti.

Si rompes estas cuatro jaulas dónde tienes cautivo a Dios, experimentarás su libertad. Tu libertad.

Cristina Bergoglio.

La física para crear tu vida

El afamado físico estadounidense John Wheeler, dijo que no sólo tenemos un papel en el universo, sino que tenemos el “papel principal” ¿Qué significa esto para nuestras vidas y realidades cotidianas? Ya se ha demostrado en numerosos laboratorios a través de diversos experimentos, entre ellos el más importarte: el experimento de la doble rendija, donde un fotón se comporta según la consciencia del observador, que vivimos en un universo participativo en el que la conciencia es creadora. Desde la perspectiva de un universo, demostradamente participativo cuyo lenguaje que “lee” para estabilizar una realidad entre miles de posibilidades cuánticas, es la emoción humana, se deduce que un cambio de actitud y de conciencia puede alterar la realidad de cualquier persona y de hecho así es como creamos nuestra realidad diariamente, pero sin saberlo. Cuando nos preguntamos cuánto poder tenemos para operar cambios en nuestra vida, la respuesta es :¡tenemos todo el poder! A través de diversos experimentos realizados con partículas se ha arribado a la siguiente conclusión: la atención del observador determina el resultado final del experimento sobre si las partículas se comportarán como una onda o como una partícula. ¿Y esto que tiene que ver con nuestra vida? Nosotros estamos hechos de “esas partículas” y el foco de nuestra conciencia crea nuestra realidad con todos sus componentes, aunque parezca que no es así y que vivimos en un universo “separados de nuestra implicación” Como decía el filósofo Neville: el mayor error del hombre consiste en creer que existen otras causas aparte de su estado de conciencia” Neville: The Powers of Awareness (Marina del Rey, CA, 1961, pag 9) “Para poder utilizar la fuerza del universo, debemos vernos a nosotros mismos como parte del mundo en lugar de separados de él. Gregg Braden “La Matriz divina” página 221. El sentimiento es el lenguaje que reconoce el campo cuántico. Para que se cumplan nuestros deseos debemos sentirnos “como si ya hubiésemos alcanzado nuestro objetivo”. No sirve cualquier sentimiento, tienen que ser sentimientos carentes de juicio y de ego. Esos sentimientos y su pensamientos derivados, en ese orden de secuencia creadora, tienen una frecuencia que se trasmite al Universo y que “viene de vuelta” en forma de experiencia. Cada humano cree que vive en un universo separado de sí mismo, pero esto es un error del intelecto. Cada humano crea su realidad con la frecuencia de sus emociones y de sus pensamientos y todo el universo es un todo continuo e interconectado en un eterno presente. La idea de vernos separados de nuestras creaciones es un espejismo, y en un orden cronológico es una ilusión del cerebro para poder experimentar el mundo y aprender, pero el espacio y el tiempo no son lo que creemos. El Universo es no local y no emporal. Es holográfico, interconectado y simultáneo por absurdos que nos suenen estos conceptos que pueden cambiar nuestra vida si nos detenemos lo suficiente en ellos. Para cambiar nuestra realidad debemos cambiar nuestro sistema de guiado emocional. Sentirse próspero, sano y agradecido son emociones de una frecuencia altísima que el universo no tiene más remedio que reflejar, lo mismo que lo contrario. Toda esta información ha sido de sobra corroborada por prestigiosos científicos y puede accederse a ella con facilidad. No existe información más trascendente para cualquier humano en cualquier punto del planeta que conocer que es un creador de su realidad y que la mantiene “estable” porque los pensamientos son repetitivos y la emoción es repetida y por eso experimenta la misma realidad a diario. Comprendo lo verosímil que parece vernos separados del resto del Universo “por masas de aire” y lo verosímil que parece que lo que llamamos “vida” ocurre “fuera de nosotros” con todas sus injusticias, guerras y dolor de las que parecemos observadores pasivos. Pero desde una ínfima gota de lluvia hasta el político que nos parezca más repugnante, todo es un reflejo de nuestro interior. La palabra clave es “holografía”. En una holografía la parte contiene al todo. Si tomamos una imagen holográfica (muchos libros de cuentos infantiles tenían ese sistema) y la cortamos en muchos fragmentos, veremos que cada recorte contiene la totalidad de la información de la imagen, por mucho que cortemos el papel. Así parece ser nuestro Universo con todo lo que hay en él, incluidas las personas con las que te relacionas, los coches, las casas, y todo aquello que te parece sumamente injusto. Cada parte contiene a la totalidad. Dentro de la exquisita e infinita sopa cuántica que somos tú y yo y el resto de las personas, dentro de este magnífico y prácticamente vacío holograma, participamos localmente como “el concepto de una persona” y a su vez “somos” todo el universo. Un cambio de consciencia en nosotros, altera todo el sistema, ya que somos todo el sistema. El trasfondo de la “vida” es casi vacío puro hecho de energía e información en permanente cambio que “estabilizamos”, es decir que elegimos ya sea consciente u inconscientemente, con la frecuencia de nuestra emoción y pensamiento. El universo responde a frecuencias exclusivamente y cada estado emocional te coloca en una determinada frecuencia que el universo espeja por defecto. Aunque ahí fuera aparente existir “un ellos” que hacen cosas malas a “nosotros” eso es un error de entendimiento, solo existe “un nosotros”. Mantenemos un diálogo cuántico continuo con nosotros mismos con nuestras interpretaciones y creencias y a ese diálogo cuántico en el que somos el único protagonista, el único creador, lo padecemos y le llamamos “vida”. Pero no es una masa “petrificada” se parece más bien a una gelatina cambiante. La matemática del universo es al revés de lo que hemos aprendido. Lo exterior es un eco de lo interior ya que no existen fronteras entre lo que tu intelecto llama “exterior” y lo que tu intelecto llama “interior”. La ciencia de hoy lo ha corroborado aunque quede todavía mucho por saber sobre las partículas elementales que nos componen.

Cristina Bergoglio.

Ejercicio mental para aprender a no juzgar a otro ser humano

La palabra clave en la relación con los demás es esta: otro. Mientras veamos a otros seres separados de nosotros, mantendremos a raya al espíritu y a la consciencia de Unidad con la que nacimos y luego, al crecer y aceptar las ideas erróneas de la sociedad y de nuestros educadores, hemos olvidado por convención social o acuerdo social. La iluminación o esclarecimiento espiritual consiste en un proceso de transformación o alquimia, o metanoia en al que regresamos a la memoria de la totalidad. Si me has leído ya has tenido una oportunidad de comprender más o menos de qué estamos hechos los seres humanos y que todos conformamos el mismo campo unificado o campo cuántico. Esta transformación interior no acontece de un día para el otro, requiere de un proceso no necesariamente arduo, pero en el que se tienen cambios de humor espirituales hasta que la comprensión se asienta y se convierte en un conocimiento. Es decir que mientras avanzamos espiritualmente la noción de que existen otros no se va a ir de nuestras redes neuronales con las que “creamos y percibimos la realidad en nuestros cerebros”, de un día para el otro. Se requiere recorrer un camino en el que no interesa la doctrina espiritual o creencia espiritual que escojamos, todos vamos hacia la recuperación de la memoria de la totalidad, o percepción de la Unidad. Ese proceso es el equivalente a pelar una cebolla intelectual y emocional donde, a medida que crecemos en entendimiento, se va eliminando “una capa de entendimiento erróneo”. Evidentemente unas supra-consciencia como Jesucristo o San Fran Francisco de Asís, vivían en la memoria de la totalidad, aunque no hablaran en términos de “campo cuántico o espacio unificado”. Ambos estadios de consciencia expandida latentes en nosotros, que creemos erróneamente que “eran señores que existieron hace tiempo” vivieron acordes a la noción de campo cuántico.

Cada vez que en tu misión humana o dharma, juzgas a otro ser humano para cumplir con tu misión, estás escuchando la voz del ego. El grupo de circuitos neuronales tremendamente unificado que hemos estado llamando ego o personalidad “es el error en el intelecto que te lleva al estado de juicio hacia otro y hacia ti”. Todas las emociones, los recuerdos, los conceptos y las actitudes están codificados neurológicamente y se interconectan dando como resultado lo que ha recibido diversas denominaciones: ego, el ser inferior o yo, lo humano, la personalidad. Es la parte de nosotros que ha olvidado su divinidad. Su conexión absoluta con el creador-ra (no me gusta poner género a Dios). Esto nos permite entender por qué un cerebro inflexible da lugar a una personalidad inflexible, invariable y rígida. La personalidad puede cambiar de preferir un capuchino a un café con leche, pero ese cambio no produce realmente un cambio de personalidad. Hay un millón de redes neuronales que permanece, igual, de modo que la suma de todas ellas, sigue siendo “tú”. Aunque todo esto suene bastante horrible, afortunadamente el cerebro fue creado para llevar a un espíritu encarnado en él hasta alcanzar la iluminación, y por eso viene equipado con lo que se llama: neuroplasticidad. Todos vivimos como el personaje de Bill Murray en Atrapado en el Tiempo, cuyo personaje cambia finalmente la conducta que le mantiene atrapado en el tiempo. Todos nosotros tenemos esa opción. Todos tenemos una visión primitiva del potencial humano que puede expandirse. La tradición védica no solo habla del campo unificado, sino que lo describe de manera precisa, dándonos técnicas sumamente verificadas de encauzamiento mental y de meditación dónde accedemos a la potencialidad pura o campo de todas las posibilidades. El funcionamiento cerebral coherente se produce cuando experimentamos la unidad en nuestro interior, y se traduce en un aumento de coeficiente intelectual, en un incremento de la creatividad, en una mayor capacidad de aprendizaje y aceptación natural de nuevos conceptos, un razonamiento moral correcto, estabilidad psicológica, madurez emocional y la sensación de estar más despierto. En la actualidad, estudiantes de cualquier edad pueden lograr a lo largo del tiempo y mediante un trabajo sistemático, que el cerebro funcione de manera más ordenada y metódica. En otras palabras, todos podemos crecer espiritualmente por medio de un proceso sistemático de aprendizaje, en el que se requiere estudio.

Desde este proceso, la noción de que existen otros se va trocando por la visión de la Unidad, en la que el juicio hacia otro ser vivo (sea un político, un hermano, un vecino, una presidenta, un legislador) es inconcebible para la mente madura. En consecuencia el dador interior deja de mirar fuera de Sí mismo, para transformar su mente.

Al comprender el espejo de las relaciones, comprendemos que todo lo que nos irrita de los demás, es algo que no hemos curado espiritualmente y esos personajes tan molestos, se repetirán en nuestros escenarios una y otra vez (como en la película de Bill Murray) hasta que aprendamos la lección. Al cambiar la mente, cambia la actitud de los personajes que nos irritan. Cada vez que te encuentres ante alguien que te irrita, ya sea un político o una suegra ponte tus gafas cuánticas mentales, vuelve a mirar a esa persona antes de emitir un juicio y reflexiona: si todos somos el campo cuántico, esa persona a la que juzgo soy yo mismo, que aún no he aceptado y curado esos aspectos de mi yo. Este ejercicio, si se pudiera enseñar en los colegios a los niños, sería la verdadera clave para alcanzar la paz personal y mundial. Mi compromiso con la humanidad, es divulgar estos conocimientos.

Mi sugerencia, porque sólo es eso: Estudia al menos una hora al día estos conceptos. Medita en ellos al menos media hora al día. Quédate en silencio al menos 20 minutos al día y haz una meditación, la de aspirar al campo cuántico, (enseñada en uno de los mails) es muy efectiva para eliminar juicios hacia los otros.

Cristina Bergoglio.

Alcanzar la compasión

La cadena del deseo nunca acaba mientras estemos en el estado del aislamiento, el estado del ego: vernos separados los unos de los otros y del resto de la existencia. Cada una de esas separaciones en la mente, genera un deseo en la mente: deseo el amor de tal, deseo una casa, deseo el poder, deseo el sexo, deseo el dinero…no hay nada malo en desear, la inteligencia que nos construye no condena al deseo jamás…de hecho el deseo es el camino hacia esa inteligencia. Todos esos deseos se cumplirán un día. El obstáculo estriba en el apego al deseo y en la falta de fe de que el deseo vaya a realizarse. Esto nos consume una energías diarias extraordinarias que no podemos usar en ser compasivos. La compasión es la aceptación total de la consciencia del otro, de lo que llamas fallos, de lo que llamas defectos, de lo que llamas enemigo. Lo que llamas amor es normalmente: apego al deseo, a eso le llamamos amor, sencillamente estamos aferrados a un deseo y a eso le llamamos amor, pero si el objeto del deseo sigue su libre albedrío, entonces tu deseo de amar está enturbiado por el ego y con el ego, no hay compasión, no hay comprensión, no hay sosiego. La compasión no te santifica en absoluto. No hay nada más aburrido que ser santo, los santos están todo el día aburridos, no van de fiesta, no juegan, no ríen, no crean. La compasión es sencillamente la redención total hacia lo que está ocurriendo sin resistencia, sin manipulación, sin aferramiento, y sin auto-compasión. No es necesario que te sacrifiques, no es necesario que te crucifiques a ti mismo para ser compasivo con otros, porque entonces no eres compasivo contigo mismo y la compasión no está ocurriendo entonces. Es la ausencia total del dominio, es permitir que el otro sea y entender que todo el daño que te hizo lo hizo desde la inconsciencia, no desde la maldad. Es el estado del amor más difícil de alcanzar y el único real, porque aferrarte a otra persona no es amor, es sólo apego a un deseo. Para ser compasivo debes abandonar todo apego al deseo. No significa que no tengas deseo, sino que sabes a rajatabla que serán satisfechos por la inteligencia que te construye. Compasión implica confianza total. Si no tienes confianza no podrás ser compasivo. Si una amiga tiene novio y tú no, y no puedes alegrarte por su felicidad y no puedes alegrarte por tu felicidad porque sabes que tú puedes también alcanzar esa circunstancia, entonces no está ocurriendo el amor hacia la amiga ni hacia ti mismo, no hay compasión. Da igual lo que hagas en la vida, que ocupación tengas, que circunstancias familiares o sentimentales tengas, todos esos caminos, todas esas rutas, todos esos deseos, esa interminable cadena de deseos, te llevarán un día al estado de la compasión hacia todo. Y ese día no seremos santos ¡qué aburrido! Sino ligeros de la carga insoportable del apego al deseo, porque el apego al deseo genera una carga insoportable de llevar en la mente…es el estado de aislamiento extenuante porque parece que siempre hay que estar consiguiendo algo o a alguien, y es lo contrario al estado de unidad. En la compasión permites que el universo fluya sin resistencia. No te ama Pepe, pues lo permites, no vas tras él perdiendo tu energía en que te ame. No te dan el trabajo que quieres, pues lo permites, no vas tras el jefe rogando por el trabajo. Sencillamente te dejas de lado, dejas de interponerte con tu ego y eso te trae una inmensa energía, porque dejas que opere tu yo sabio a través de ti, sin interponerte en su camino. Es la renuncia total al dominio, es abrirte totalmente a la sabiduría de la incertidumbre, es el estado en el que vive toda la naturaleza, menos el hombre.

Cristina Bergoglio.

Abandonar la identificación

Mi intención es que según leas mis artículos, redescubras algo que sabes a un nivel muy profundo y que en este acto de “descubrimiento” o rememoración experimentes una gran alegría, un gran contento y una profunda paz al contactar con esa parte tuya “real” que es tu aspecto sabio y luminoso, en el que no cabe ni el miedo, ni el dolor ni la memoria asfixiante.

Todo tu sufrimiento, todo nuestro sufrimiento tiene una causa a la que le he puesto un cariñoso nombre: “la identificación con el pequeño yo”. El ser interior de todo humano espera pacientemente a que estemos preparados para abrirnos a ese espacio en el que somos totalmente conscientes y estamos completamente despiertos a nuestra magnificencia, pero que no experimentamos por todo tipo de condicionamientos y prejuicios, creencias erróneas sobre nosotros mismos que de tanto repetirse han formado redes neuronales en nuestro cerebro, que parecen haberse paralizado en un solo programa, exactamente como cuando decimos que el ordenador “se ha colgado”. Estos son patrones mentales de interpretación de los fenómenos que experimentamos totalmente abstractos y sin definir que llamamos la realidad “de ahí fuera”, y que pasamos por el filtro de nuestra memoria, nuestras heridas emocionales profundas, la hipnosis del condicionamiento social y el bagaje de ideas que han ido estructurando nuestra visión del mundo desde la primer habitación de la consciencia de la infancia. Habitación que hay que realizar un acto voluntario para abandonar. Nunca nada te llega como es realmente, en medio hay un montón de intérpretes. Cuando ves algo, ya para empezar tus sentidos te falsean, te muestran un mundo de separación y aislamiento que no son la realidad. Y luego están todos los demás filtros que falsean la realidad: tu sociedad, tu religión, tus ideologías, tus sentimientos. En el momento que algo llega a ti, ya casi nada queda del original, ha sido falseado por todo tipo de filtros y condicionamientos. Siempre que ves algo nuevo, tu cerebro necesita asociarlo con algo que conoce, si no puede hallar esta asociación lo niega, entonces paralizas tu aprendizaje. Por eso para aprender debes abandonar el conocimiento contaminado. Por eso Cristo decía que sólo los niños podían entrar en el Reino de los cielos, porque sólo con una mente de no conocimiento puedes abrirte al mismo, es una paradoja, pero es real. Nuestro cerebro tiene una tremenda capacidad de concentración, neuro-plasticidad y de aprendizaje, pero que hemos opacado por todo tipo de “eclipses” mentales y emocionales. Sin esa capacidad de concentrase en sólo una pequeña fracción de los trillones de bit de información que el cerebro procesa segundo a segundo, no podríamos sobrevivir. Nos volveríamos locos literalmente. Para leer estas palabras tu lóbulo frontal tiene que tomar unas cuantas decisiones de selección de las que no eres consciente, para poder centrarse en estas palabras y no en lo que está procesando ahora mismo el páncreas, o el hígado o las células epiteliales. Si tuvieras que prestar atención consciente a los millones de procesos que están operando ahora mismo en tu cuerpo, no podrías estar vivo. Tu mente se colapsaría al instante. Esta capacidad de concentración te sirve para vivir, y para sobrevivir, pero cuando el cerebro deja de aprender conceptos nuevos y repite pautas una y otra vez, es cuando una red neuronal se ha instalado en tu cerebro y pasarás por ese filtro experiencias que sencillamente acontecen sin etiquetar. Antes de que tu cerebro siga: “Cris me cae muy mal”, tu cerebro tuvo que realizar un sin número de procesos y conexiones internas de las que no somos conscientes. Tuvo que elegir entre todas las redes neuronales, una que me asocie con algo: tuvo que abrir la carpeta “chica rubia”, de entre la carpetas “chicas” y asociar esta carpeta con la de otras redes neuronales asociadas por la memoria: “chica rubia que me hizo daño cuando era niño”, “chica rubia que se parece a la chica rubia que me humilló en quinto de primaria”, “chica rubia que se parece a la tía Pepa, que siempre me regañaba cuando era pequeño” …para crear una carpeta “nueva” hecha de todos esos retazos de heridas grabadas en la memoria y titularla “he de desconfiar de todas las chicas rubias que se parecen a la tía Pepa”. Aunque te parezca horroroso este proceso, lo hacemos prácticamente las 24 hs del día casi todos los humanos y todo el tiempo y con todas las personas que aparecen en nuestro aparato de percepción y la causa principal de ausencia de paz en el mundo, desde las pequeñas reyertas entre hermanos hasta las grandes batallas entre naciones.

El odio que ves en ti mismo, el odio que ves en los demás, el odio que ves entre los gobiernos y religiones… es producto de estas asociaciones inconscientes que hace el cerebro, en un estado inmaduro de conocimiento de sí mismo y en un estado de parálisis del aprendizaje. Es el producto de todas las conversaciones interiores mantenidas durante toda la vida de nuestro yo circunscripto o ego consigo mismo. El odio y la infelicidad es el producto de un error del intelecto que se identifica totalmente con el yo o ego y todos sus aferramientos y temores de perder “lo mío o lo nuestro” en aras de “lo tuyo o lo vuestro”. El odio es el resultado de la fragmentación del ser, producto de las interpretaciones erróneas de la mente sobre lo que ha de llamar “realidad física”. Para abandonar el odio debes dejar de vivir en el nivel del instinto. El instinto tiene tres capas: la supervivencia, el sexo y el poder. Estas tres capas que guían al hombre instintivo le llevan a la religión, a la política y al sentimentalismo. Cuando no has logrado abandonar el escalón del instinto, aunque hables de Dios o del amor todo el santo día, vives en el nivel más bajo de la vida. Perseguirás el poder, con un disfraz de que persigues el amor, pero en realidad persigues el poder. Serás incapaz de escuchar a otro que te oferte otra visión del mundo, porque el instinto del poder hará que no le escuches. La razón por la que persigues el poder es porque te sientes inferior. Y te sientes inferior porque realmente estás “siendo inferior”. Sólo pasando al segundo nivel de la consciencia, el nivel de la intuición, pasas a ser superior para ti mismo, nunca para los demás. En el nivel de la intuición ya no te sientes inferior ni superior a nadie, ya no estás guiado por el poder ni de la religión, ni de la política ni de la supervivencia de la sociedad. Si le preguntas a Cristo si es “cristiano y de derechas”, te mirará sonriente y te dirá: ¡pero qué dices, he alcanzado el estado de unidad y de inocencia, cómo iba mi mente tener religión o política!, porque eso implicaría que no soy inteligente y mi mente ha alcanzado el estado total de la inteligencia: la inocencia. Si le preguntas a Buda si es Budista, te responderá algo parecido. Esas mentes ya no vivían en el estado del instinto y de la lucha, el primer nivel, esas mentes habían alcanzado el estado cumbre de la inteligencia, del corazón, de la totalidad, de la intuición. Ninguna mente iluminada puede tener religión u orientación política, porque ninguna mente iluminada es mediocre. Y la buena noticia que a todos nos pertenece esa capacidad de aprendizaje, de iluminación. Para eso debes dejar de ser mediocre y abrirte a la inteligencia interior y perder todo tipo de identificación que te lleve a un “nosotros contra ellos”, como viven los niños hasta los 3 años, edad en la que sus mentes infinitas ya comienzan a contaminarse por la mal entendida educación. Así naciste tú, en un estado total de entendimiento, de “realidad”, de intuición. Y así puedes recuperarte si dejas de resistirte al aprendizaje y dejas que tu cerebro abra nuevas redes neuronales. El político y el religioso deben seguir al hombre intuitivo, sólo cuando el político y el religioso escuchan al hombre intuitivo, es cuando florecen y se convierten ellos en hombres intuitivos y pasan al segundo nivel. En ese segundo nivel de consciencia es imposible que seas político o que seas religioso, porque ese segundo nivel te hará convertirte en un artista o en un filósofo espiritual. Puedes que seas médico o ingeniero, pero estarás dentro de la medicina y de la ingeniería como arte. Puede que seas presidente o ministro, pero habrás tocado la política desde la filosofía. Ya no te interesará el poder del ego, que es destructivo, sino el poder de la verdad y el amor, que es evolutivo. Cuando el político y el religioso siguen al artista y al filósofo, es ahí cuando el primer nivel crece hacia el segundo y entonces podemos hablar de otra clase de civilización basada no en los argumentos del ego, sino del espíritu. Si crees que Cristo y Buda y San Francisco de Asís y Einstein eran religiosos y políticos, te equivocas enormemente…eran artistas, eran filósofos. Por eso digo que el primer nivel que te lleva a la religión y a la política debe alcanzar el segundo nivel: el arte y la filosofía y ser guiado por éstos. Los políticos y los religiosos deben leer a los artistas y a los filósofos para subir de nivel, sino se quedan en los sellos inferiores.

En el inmenso océano del ser, no existe el ego. Cuando tomas la decisión de ser libre y de comenzar el viaje interior, comienza el proceso del silencio y auto-conocimiento en el que te vuelves un testigo de tus identificaciones nocivas, de tus emociones destructivas y de tus comportamientos adictivos. El ser más profundo de cada uno de nosotros es el Ser de todo el Universo y en ese estado de consciencia ALCANZABLE A TRAVÉS DE UN PROCESO INTERNO, tu proceso de identificación con conceptos como “mi país, mi pueblo, mi religión, mi grupo, mi nacionalidad, mi gente, mis seres queridos, mi trabajo, mi marido, mi familia, mi casa, mi causa, mis principios, mis valores” y toda las identificaciones que se te ocurran van cesando poco a poco, con muchas idas y venidas y cambios de humor espirituales hacia un cambio de consciencia que es exactamente lo mismo que pasar de “grado” en el colegio, sólo que se trata de ir elevando la consciencia en su estado restringido hacia estados más elevados dónde todos esos procesos de identificación con las heridas del yo, van dejando lugar a una nueva y renovada confianza y entendimiento del Yo o ser. No es que vayas a dejar de tener esposos, familias, o nacionalidades, es que a través de este proceso de curación de tus emociones y comportamientos nocivos, vas conectando y alienando tu yo circunscripto con tu Yo universal y no circunscripto y el producto de esa alineación de tu parte acotada en la que tienes un nombre, una tarea en la vida y una serie de particularidades se alinea con esa parte tuya, en la que no existe ningún tipo de identificación y en la que eres consciencia pura en comunión con la consciencia pura de todas las criaturas. En ese viaje de auto-descubrimiento, la vida externa se vuelve inmensamente rica y te liberas de todas las ataduras emocionales que te hacen accionar desde el yo con estrés. El accionar desde el yo, es extenuante, porque el yo necesita todo el tiempo aprobación, reafirmarse continuamente en “lo mío, lo nuestro”, tener una causa para luchar contra otros, necesidad de expresar ira y enfado, estrés y un sentimiento permanente de lucha y miedo que es el síntoma principal de que la mente no ha conectado aún con el ser o alma. El estrés es el estado de desconexión del yo con el Yo. El alma o ser o universo es tu ser real, ese ser no es sólido en absoluto ni existe separado de todos lo demás, como lo demuestra la física cuántica actual. Todo en el universo es energía, incluido tú, aunque no lo veas así con el aparato sensorial que tenemos para experimentar la vida. El alma vibra en diferentes frecuencias y así surge la idea del universo físico y la idea del observador mirando los objetos de la observación. Pero todo es lo mismo. Tú eres el observador (la consciencia), el proceso de observación (la mente) y lo observado (mundo físico) en una continua interacción o diálogo cuántico que espeja en tu mundo físico tu diálogo interior más profundo. Cuando nos transformamos a través de la búsqueda espiritual madura, el “mundo de ahí fuera” se transforma, porque nosotros y el mundo somos uno. En esa transformación por la que vas pasando de tener una muy alta identificación con el yo y en el que te percibes aislado y separado de todos los demás y es un estado de constante pugna interior entre “nosotros” y “ellos”, para ir poco a poco arribando y curando esta fragmentación que resultante de la ignorancia, a un “nosotros universal” en el que sabes por experiencia propia, que “eres” todos los demás y que eres creador de tu mundo y tus circunstancias. De esta consciencia sólo puedes obtener felicidad, pero no es una felicidad pasajera que sólo consiste en huir del dolor y buscar el placer (lo casi todos entendemos por felicidad) sino que alcanzas un estado de contento interior que no es una sensación efímera, es una experiencia en la que te conviertes y que no depende de nada externo a ti. Es cuando estás completamente despierto a una consciencia de unidad con el espíritu de todas las criaturas y a la inteligencia que anima a todas las criaturas, conociendo que esa inteligencia es la misma que te anima a ti. Este estado de inocencia, sin juicio, que tenías cuando naciste, te lleva a una vida sin esfuerzo en la que los deseos se cumplen espontáneamente porque son deseos que vienen del Yo y no del yo y sus heridas. Todos vamos hacia el estado de auto-aceptación con el que nacimos. El filósofo indio Krishnamurti, decía que “el más elevado grado de inteligencia humana es la capacidad de observarte a ti mismo, sin juzgarte”. Al observarte a ti mismo con auto-perdón, conectando con tu alma en la que no hay lugar para el juicio, a través del silencio o meditación diaria, cesa el juicio hacia los demás, porque has dejado de juzgarte a ti mismo. Cuando alcanzas este silencio interior en el que te vuelves un testigo ecuánime y desapegado de todos tus melodramas, tu acción se libera del estrés y es evolutiva, es decir que tus causas benefician a todos y no están nunca en “contra de nadie”. La sincronía o coincidencias significativas son parte de tu experiencia diaria, y los deseos se cumplen con espontaneidad ya que en la consciencia de unidad, el miedo disminuye dramáticamente y el universo apoya todos tus deseos evolutivos. Si estás conectado a tu fuente ¿qué te puede faltar? Este es el nuevo diálogo interno que ocupa tu mente ahora en lugar del agotador “nosotros contra ellos”, para reemplazarlo por un “si todo es nosotros, si todo es Yo, nada me puede faltar y estoy a salvo”. Es cuando se desarrollan marcadamente tus talentos o capacidades innatas y deseas ponerlos al servicio de toda la sociedad. Y tus causas ahora provienen del Yo, por lo pronto comprendes que si alguna de tus causas está en contra de otros, estás en contra de ti mismo y revisas entonces la verdadera naturaleza emocional de tus causas o metas. Si tus causas te llevan a luchar contra otros, a pelear, a tener continuo estrés y miedo por tu supervivencia, las voces que oyes no son las del espíritu, aunque creas que sí. Tú eres la consciencia infinita que no está confinada ni al tiempo ni al espacio. La idea de que eres un ser circunscripto en un cuerpo en el lapsus de una vida, te sirve para usar la vida como un colegio y aprender tus lecciones, pero no es tu ser real ni es “la realidad”. Eres infinito, atemporal, interconectado y simultáneo como lo es todo en el universo, como es realmente el “material” del que estás hecho si pudieras verte a ti mismo con un microscopio de altísima frecuencia, microscopio que existe hoy y que se llama “acelerador de partículas”. Por eso siempre digo en mis artículos, que la ciencia actual tiene hoy más que nunca antes, las claves para la paz personal y colectiva. La física actual, la neurobiología y las nuevas corrientes filosóficas están hoy en condiciones de crear en tu cerebro “nuevas redes neuronales” para que en lugar de “reaccionar previsiblemente” ante tus experiencias con reacciones de miedo, lucha o huída (los síntomas del estrés) acciones sabiamente desde nuevas redes cerebrales hacia la paz y la evolución. Te conviertes literalmente en amo de tu lóbulo frontal, es lugar de ser un siervo del mismo como hasta ahora. La física cuántica demuestra nuestra interconexión, nuestra simultaneidad, nuestra unidad. Cuando tu vida es una expresión de tu contento interior, experimentas una sensación de conexión con la fuerza creativa del universo y desde ese estado, no hay nada que no puedas crear y todo lo que creas beneficia a todos.

Cristina Bergoglio.

Alcanzar la compasión

Alcanzar la compasión, el más alto grado del amor, el más alto síntoma de la inteligencia.

La cadena del deseo nunca acaba mientras estemos en el estado del aislamiento, el estado del ego: vernos separados los unos de los otros y del resto de la existencia. Cada una de esas separaciones en la mente, genera un deseo en la mente: deseo el amor de tal, deseo una casa, deseo el poder, deseo el sexo, deseo el dinero…no hay nada malo en desear, la inteligencia que nos construye no condena al deseo jamás…de hecho el deseo es el camino hacia esa inteligencia. Todos esos deseos se cumplirán un día. El obstáculo estriba en el apego al deseo y en la falta de fe de que el deseo vaya a realizarse. Esto nos consume una energías diarias extraordinarias que no podemos usar en ser compasivos. La compasión es la aceptación total de la consciencia del otro, de lo que llamas fallos, de lo que llamas defectos, de lo que llamas enemigo. Lo que llamas amor es normalmente: apego al deseo, a eso le llamamos amor, sencillamente estamos aferrados a un deseo y a eso le llamamos amor, pero si el objeto del deseo sigue su libre albedrío, entonces tu deseo de amar está enturbiado por el ego y con el ego, no hay compasión, no hay comprensión, no hay sosiego. La compasión no te santifica en absoluto. No hay nada más aburrido que ser santo, los santos están todo el día aburridos, no van de fiesta, no juegan, no ríen, no crean. La compasión es sencillamente la redención total hacia lo que está ocurriendo sin resistencia, sin manipulación, sin aferramiento, y sin auto-compasión. No es necesario que te sacrifiques, no es necesario que te crucifiques a ti mismo para ser compasivo con otros, porque entonces no eres compasivo contigo mismo y la compasión no está ocurriendo entonces. Es la ausencia total del dominio, es permitir que el otro sea y entender que todo el daño que te hizo lo hizo desde la inconsciencia, no desde la maldad. Es el estado del amor más difícil de alcanzar y el único real, porque aferrarte a otra persona no es amor, es sólo apego a un deseo. Para ser compasivo debes abandonar todo apego al deseo. No significa que no tengas deseo, sino que sabes a rajatabla que serán satisfechos por la inteligencia que te construye. Compasión implica confianza total. Si no tienes confianza no podrás ser compasivo. Si una amiga tiene novio y tú no, y no puedes alegrarte por su felicidad y no puedes alegrarte por tu felicidad porque sabes que tú puedes también alcanzar esa circunstancia, entonces no está ocurriendo el amor hacia la amiga ni hacia ti mismo, no hay compasión. Da igual lo que hagas en la vida, que ocupación tengas, que circunstancias familiares o sentimentales tengas, todos esos caminos, todas esas rutas, todos esos deseos, esa interminable cadena de deseos, te llevarán un día al estado de la compasión hacia todo. Y ese día no seremos santos ¡qué aburrido! Sino ligeros de la carga insoportable del apego al deseo, porque el apego al deseo genera una carga insoportable de llevar en la mente…es el estado de aislamiento extenuante porque parece que siempre hay que estar consiguiendo algo o a alguien, y es lo contrario al estado de unidad. En la compasión permites que el universo fluya sin resistencia. No te ama Pepe, pues lo permites, no vas tras él perdiendo tu energía en que te ame. No te dan el trabajo que quieres, pues lo permites, no vas tras el jefe rogando por el trabajo. Sencillamente te dejas de lado, dejas de interponerte con tu ego y eso te trae una inmensa energía, porque dejas que opere tu yo sabio a través de ti, sin interponerte en su camino. Es la renuncia total al dominio, es abrirte totalmente a la sabiduría de la incertidumbre, es el estado en el que vive toda la naturaleza, menos el hombre.

Cristina Bergoglio

Cómo comprender la ilusión del tiempo

CÓMO COMPRENDER LA ILUSIÓN DEL TIEMPO
Tu material real, tu ser real, es un campo de posibilidades infinitas compuesto por fuerzas abstractas sin interpretar. Este campo infinito que compone todas las cosas suele recibir un nombre: conciencia.
La experiencia de este campo objetivamente observándose a sí mismo, es el campo expresado como universo físico. El mismo campo, la misma conciencia observándose a sí misma subjetivamente, es lo que llamamos mente y este mismo campo observándose a sí mismo como observador es lo que nos da la experiencia, la sensación de que existe un yo aislado con una mente aislada observando las cosas aisladas.
Pero la idea del observador independiente con una mente independiente que observa objetos independientes (fuera de sí mismo) es una treta de la percepción para poder experimentar el fenómeno vital con el fin de experimentar y evolucionar. Detrás del disfraz acordado socialmente de la percepción, existes como todo el campo. Los físicos cuánticos y las tradiciones más antiguas dicen que este campo no se inició en el pasado ni va hacia el futuro, porque el tiempo es una ilusión de la mente para poder jugar el juego de la vida. La interpretación de las fuerzas abstractas que componen a todo este campo, le llamaremos: universo, en base a los recuerdos, a la interpretación de estas fuerzas como recordadas es lo que llamamos pasado. La interpretación de estas mismas fuerzas abstractas, siempre presentes, expectantes en nuestra mente es lo que llamamos futuro. Pero lo cierto es que los físicos cuánticos confirman que estas fuerzas jamás han estado en el pasado ni estarán en el futuro, sino que sencillamente están en el presente. El tiempo es el movimiento del pensamiento desde una ilusión llamada pasado hacia otra ilusión llamada futuro, que está aconteciendo ahora.
Pero es sencillamente un movimiento del pensamiento, una idea, no una realidad, por mucho que esto le cueste entender a la mente educada en términos de tiempo lineal y espacio también lineal. Tú eres “en realidad” un continuo-espacio tiempo ocurriendo ahora y en todas partes, bajo la ilusión de un yo aislado condenado a la entropía y al dolor. Si lograras anclarte en este conocimiento tomando la decisión de experimentarlo por ti mismo, investigando, no porque yo lo diga o porque alguien te lo diga, sino porque te has hartado de sufrir, tu vida se desarrollaría desde el alma, desde la conciencia total, y no desde la consciencia restringida, comúnmente llamada: miedo, en la que vive la mayoría. La mayoría de las personas interpreta las ilusiones del yo, como la “realidad última e inamovible” en el que el observador debe aceptar sumisamente la realidad “de ahí fuera” resignándose al dolor y a una vida mediocre en la que hay una continua amenaza. Sin embargo, tu yo real es un campo de posibilidades infinitas que están ahora mismo ocurriendo todas al mismo tiempo y en todos los sitios. Saber esto con el corazón, sintiéndolo porque te has tomado el tiempo para investigarlo, te coloca frente a infinitas posibilidades a tu alcance para experimentar lo que llamas realidad. Si literalmente, no poéticamente, eres todo el campo cuántico de posibilidades infinitas, piensa con atención y reflexión porque este asunto es muy importante: toda sensación de carencia, de falta de amor, de limitación es algo ilusorio del ego “entrenado” desde la infancia para temer y sentirse aislado.
¿Cómo va a faltarte algo si todo lo que necesitas es parte del campo y tú eres el campo total? ¿Cómo va a odiarte alguien que no sea tú mismo, si tú mismo eres todas las personas?
Para crear nuevas formas de realidad debes conocer las leyes de la creación del universo. La más importante es la ley de la atracción que dice que frecuencias semejantes atraen frecuencias semejantes. Todo el campo es un campo infinito de energía vibrando en diversas frecuencias: esas fuerzas di-versas componen un campo: el “uni-verso”. Para acceder a lo que deseas debes vibrar en la misma frecuencia que lo que deseas, siempre y cuando tu deseo no esté en contra de las otras leyes, tema que no podemos tratar ahora, pero si tu deseo proviene del Yo (todo el campo) y no del yo (la ilusión de la separación del campo) tus deseos se manifestarán a su debido tiempo y con soltura
Ahora trataremos un punto clave: la felicidad interna contra el concepto de felicidad objeto-referida. El campo cuántico que eres empata tus vibraciones (tus sentimientos predominantes) con experiencias sensitivas (tu vida diaria, tus hechos, tus resultados). Por eso es tremendamente esencial que , ahora que sabemos que el universo te “devuelve” tus experiencias según tus sentimientos predominantes, puedas convertirte en un maestro de tus emociones. Convertirte en un maestro de tus emociones es lo que te dará la maestría en el Vivir, y podrás ser un maestro de tu realidad interna, por ende de la externa. Este universo responde exclusivamente a tus sentimientos. Y tus pensamientos son un subproducto de tus sentimientos. No al revés. No confundas estos conceptos. Puedes “pensar en abundancia o en amor” pero si no te sientes en “abundancia o amor”, no serás “atractivo” a tus deseos, ya que no estás vibrando en la frecuencia de la certeza, que es la necesaria para manifestar.
Sigamos con el tema de lograr la maestría emocional. La ley universal de la atracción es literal. No deja de operar jamás, nunca se detiene y es la responsable de todo lo que experimentas y has experimentado hasta ahora te guste o no esta idea. Como el universo es “especular” (de espejo) es esencial que comprendas que debes aprender a ser un maestro de la felicidad interior para poder espejarla en el exterior. La persona que usa correctamente la ley de la atracción es “AUTO-REFERIDA”. ¿Qué significa esto? Significa que es una persona cuyo estado de bienestar interno NO DEPENDE de ningún suceso externo y que ningún suceso externo tiene el poder de alterar a su maestro interior, a su sabio interno que se encuentra en un estado de paz y rendición al momento presente.

CURAR DEFINITIVAMENTE LAS ADICCIONES

CURAR DEFINITIVAMENTE LAS ADICCIONES.

En todo el planeta sólo existen tres clases de personas: las que no han comenzado su camino de retorno a su naturaleza real, los que lo están haciendo y los que lo han recorrido completamente. Ese camino de retorno o de conocimiento de uno mismo, es lo que se llama: eliminación del ego humano o yo ilusorio. El conocimiento de uno mismo, no es el conocimiento del yo ilusorio y “su vida o su historia” sino saber quiénes somos en realidad, debajo de ese personaje: “yo y mi historia”. El conocimiento de uno mismo, es conocer de primera mano, sin que medie ninguna autoridad externa, la conexión infinita que tenemos con la vida, es decir con la inteligencia que sostiene a toda la vida. El conocimiento de uno mismo no consta de las mil páginas que podría elaborar un psiquiatra sobre tu pasado, tus traumas, tus deseos y temores y tus sueños. Eso es el conocimiento compulsivo del “personaje que crees es tú mismo”; pero no eres tú. Puedes ir a un psiquiatra durante 30 años y salir con una carpeta gigante que diga: Pedro Alvaréz, y sentir que ese expediente gruesísimo de pasado “es tú”. Eso es solo el contenido de la mente personal, lo que se le llama ego o yo ilusorio. Ilusorio porque la mayoría de la gente cree realmente que ese yo es ella. Quien eres de verdad es la Inteligencia total e infinita de la Vida. Podemos llamarle también consciencia, Universo o el Ser. No me gusta usar la palabra Dios porque el ego la relaciona con un grupo egótico sectario llamado: religión, pero si no tienes ese concepto, puedes usar la palabra Dios también. De ahora en más le llamaré: Inteligencia.
¿Qué es el estrés? Todas las personas sufren en mayor o menor medida de eso que se denomina estrés. La mayoría piensa que vivir sin estrés es inevitable y que sólo los tontos, los ingenuos y los que “viven fuera de la realidad” viven sin estrés. Pero lo cierto que estrés es un cortocircuito en el flujo de la Inteligencia de la Vida. Lo cierto es que cuando tienes estrés no estás siendo “real” ni pisando la realidad como crees o como creen la mayoría de las personas, que no han despierto aún a su núcleo real, su esencia espiritual. .La mayoría de las personas viven bajo la influencia de su yo ilusorio que es quien padece el estrés. El ego o yo ilusorio te hace creer que vivir con estrés “es ser inteligente”. De hecho cuánto más estrés tengas en la vida, cuánto más conflicto tengas en tus relaciones, o con el medio de subsistencia o trabajo, cuánto más preocupado vivas por todas las situaciones de la superficie vital y con todo en general, la sociedad te pondrá un oropel de “persona inteligente”. Si todo el santo día dices “es que estoy muy liado o estoy muy preocupado, por mamá, por el trabajo, por los niños, por el banco que no me da el crédito, por la enfermedad de tal o de cual” el estrés es parte de tu vida, y el estrés es síntoma de desconexión con el campo de la Inteligencia, por lo tanto aunque tu ego te convenza que vivir así es ser inteligente (el ego no desea que le abandones jamás) vivir así es vivir estúpidamente. ¿Que la mayoría vive así? Puede ser, pero no todo el mundo quiere ser estúpido, así que hay mucha gente, grandes empresarios mundiales incluso y personas en situaciones de vida de una gran incapacidad fisica , que ya no viven así. Hay gente que se cansa de ser estúpida. Porque ser estúpido cansa. Es un hecho. Pero mientras no seas consciente que vivir estúpidamente es algo que no deseas, no harás nada por resolver el estrés y entonces todas, todas en absoluto las situaciones de la vida serán un problema para ti. De hecho te jactarás ante los demás del estrés que padeces y los demás te aplaudirán. Tener estrés, el rostro joven envejecido pese a ser joven, las arterias taponadas por la mala alimentación, las relaciones en tensión y estar permanentemente conflictivo con alguien y con algo que llamas “este mi problema” todos los santos días, eso está muy bien visto socialmente. Se supone que quien vive así es muy inteligente. ¿Pero esto es realmente así? Si estuviera frente a un auditorio o en una tertulia, ante la última pregunta saltaría todo el mundo: ¡es que tú no entiendes “MI” problema, porque yo debo mantener a una familia, tengo a mi madre enferma, mi jefe es insoportable, mi exmarido se llevó a los niños, mi mujer me engaña con otro, tengo esta enfermedad, no puedo trabajar en lo que deseo, vivo en el extranjero, etc, etc! Esas justificaciones del estrés, las he oído a todas. Lo cierto que a quien le pasan todas esas terribles cosas, no es a ti sino a quién crees que eres y lo cierto es que debes entender algo que al ego no le gusta nada: a los otros también “le pasan cosas terribles”. Aunque a nuestro falso yo, esa voz en la cabeza que comenta todo el tiempo tu vida, no le gusta nada la idea de aceptar que quizás todos los seres humanos del planeta tengan desafíos vitales. Pero tú no eres esas cosas terribles que te pasan, eso es sólo el contenido de tu mente que crea el universo físico. Tú eres Inteligencia y paz permanente. Tu verdadero yo es un poso de paz profunda al que no le afectan en absoluto las olas de la superficie, lo que todos llaman: “ esta mi historia”: Al que le pasan todas esas cosas terribles es al yo ilusorio, llamado ego. Tú no eres ego, eres La inteligencia que construye toda la vida. No existe algo llamado “mi vida”, ya que Vida y tú sois lo mismo. No existe otro yo real que ese: Inteligencia. Cuando te preguntas ¿qué desea de mí la Inteligencia? En lugar de ¿qué deseo yo de la Inteligencia o de la Vida? El sólo hecho de permitir que la Inteligencia te muestre el camino a través de esa pregunta, es indicativo de que estás siendo inteligente. Lo que tú eres contiene a toda la inteligencia del universo, porque ES toda la inteligencia del Universo. No existes desconectado como un trozo de existencia aparte, abandonado al azar en un universo cruel y aleatorio. Esa es la ilusión pentasensorial del ego, de quien crees que eres, creada para fines prácticos en la vida. Para que puedas experimentar el juego de la vida en una secuencia cronológica, también ilusoria, ya que sólo existe el Ahora, es decir este momento. Las dos ilusiones que componen el estrés son las siguientes:
1- Existo como un fragmento aislado en peligro de extinción y desconectado de todos y de todo, por lo tanto debo reaccionar con estrés y preocupación ante todas las situaciones de mi vida a las que llamo” malas”. Ya que existo aislado de todos los demás y de la fuente de mi existencia debo reaccionar preocupándome continuamente por el contenido de eso que llamo: “mi vida”.
2- Existo como un fragmento aislado en el tiempo, un día empezó yo y otro día, el de mi muerte, morirá yo.
Esta sensación de desconexión con toda la Inteligencia del yo ilusorio, esta sensación de que eres un pedazo de existencia condenado a la entropía y a la desaparición inevitable tiene un síntoma: el estrés. Y los síntomas del estrés son los siguientes:
A-quejarse continuamente por las situaciones de vida, desde la más mínima hasta las más desafiantes. Quejarse continuamente de las personas, y pensar continuamente que los “otros” son culpables de tu situación de vida. Juzgar cada experiencia como “buena o mala” y a cada persona por lo que el ego llama: sus defectos.
B-Vivir con la mente pre-ocupada y con una voz en la cabeza que dice continuamente: “deberías hacer esto o aquello, deberías hacer más, hacer menos, ir más rápido, etc, podrías morir, podrían morir tus hijos, podrías ir a la ruina, podrías perder todo, la casa, el coche, podrías morir mañana, podría pasarle algo grave a alguien querido, más todos los podrías que se te ocurran”. Esa voz es la del ego. La inteligencia sólo dice una cosa: “pase lo que pase, es hechura de tu mente, por lo tanto en cuánto más en paz estés, más en paz se manifestará tu mundo o lo que llamas “tu vida”

¿Cómo solucionas el estrés? Si el estrés es la desconexión con el campo de la Inteligencia, el no estrés es entonces la conexión con el campo de la Inteligencia. ¿Y cómo te conectas? Rindiéndote al orden natural del universo en el momento presente, sea lo que sea que esté pasando en este momento, lo que indica en términos cotidianos en que confíes en que eres guiado y provisto por la misma inteligencia que provee al resto de la Naturaleza. Eso es lo que se denomina: el estado de rendición o aceptación total. No riñes con el momento presente contenga la forma que contenga, sencillamente te haces amigo de lo que esté ocurriendo, por grave que le parezca al ego el contenido del momento presente. Y como todo lo externo es reflejo literal de tu estado interior, esta rendición es la calma, la ausencia de estrés interior que es ELEGIBLE en todo momento, que reflejará una realidad externa acorde a esa calma. Cuando momento a momento DECIDES que vas a responder en lugar de reaccionar desde patrones adictivos aprendidos del pasado, esa respuesta viene de la Inteligencia que eres. De tu Yo Superior en el que no existe el estrés, porque en el fondo de ti mismo, eres completo y perfecto y de nada careces. Cuando aceptas el momento presente con agradecimiento y ves cómo puedes responder desde la calma, en lugar de reaccionar, has alcanzado la inteligencia plena. Es decir que sólo cuando vives así: rindiéndote al contenido del momento presente y sabiendo que en esa rendición está el potencial de la transformación, solo entonces ERES REAL. ¿Que pasa si estás en una situación intolerable? Como por ejemplo privado de la libertad, en un hospital en una situación de dolor extremo físico o estás incapacitado por otra situación como un robo o un secuestro, o una catástrofe natural o personal? Tienes solo tres opciones:

A- Aceptar lo que esté pasando en paz y esperar a que tu estado emocional merme para dar lugar a una transformación o solución a corto plazo.
B- Aceptar lo que esté pasando. Hablar con las personas implicadas y buscar generar un cambio en la situación de vida.
C- Aceptar lo que esté pasando. Si no puedes hablar con nadie, buscar ayuda o las personas no responden a tu búsqueda de diálogo, abandonar la situación.
Estas tres SON LAS ACCIONES DESPIERTAS, dentro de la aceptación. Aceptación NO ES RESIGNACIÓN. No confundas estos términos. En la resignación no hay ningún poder transformador. La resignación es resistencia “a lo que está pasando”, no tiene nada de poder esta actitud. La aceptación o rendición al contenido del momento presente “esté pasando lo que esté pasando” (sea cual sea la “situación” de vida) tiene un TREMENDO PODER TRANSFORMADOR.
Para aceptar algo que es intolerable en tu momento presente, tienes que PERMITIRTE SENTIR LAS EMOCIONES QUE ESTÁS SINTIENDO. Debes permitirte sentir dolor, pena, culpa, rabia, enfado, auto-conmiseración, tristeza, sensación de abandono, miedo, pánico, angustia. Debes permitir que tu niño interior se exprese. No podrás racionalizar tus emociones, eso enfermará tu cuerpo físico o GENERARÁ ADICCIONES EN TI. Debes saber que No eres tus emociones destructivas, pero debes permitirles salir y darte su mensaje. Esas emociones son postes indicativos en el camino de que te has desviado del gozo de vivir y que lo está pasando te está “atrapando” emocionalmente. Es tu cuerpo de dolor latente que se está expresando. El cuerpo del dolor es el aspecto emocional del ego. Recuerda que el ego es tu falso yo. . Cuando vives con un pie en el Ser y otro en la superficie (lo que llamas “mi vida, mi trabajo, mis relaciones, mis problemas, mis enfermedades, mis adicciones”) has alcanzo la maestría en el vivir. Entonces las situaciones de vida no te “succionan”, no te pierdes en ellas emocionalmente. Sufres, sí, estás triste, estás con miedo, estás angustiado, pero de un modo “superficial”. Por muy hostil que se muestre el panorama en el contenido de tu Ahora, por muy dolosa que parezca la pérdida, tú estás en paz. Tú, que eres consciencia pura, estás en paz. NO PUEDES PERDER NADA DE LO QUE ERES, PORQUE ERES TODO EL UNIVERSO, TODO ESTÁ CONECTADO A UN NIVEL PROFUNDO QUE ESCAPA A TU PERCEPCIÓN. Solo puedes perder lo que “crees” poseer, pero esta posesión es solo ilusoria. Es una ilusión de tu falso yo que quiere que vivas con una continua sensación de carencia y dolor emocional. Cuando en tu vida diaria, en tus situaciones de vida, conectas con LA VIDA que eres, cambia radicalmente el contenido de tu vibración energética. Por lo tanto “atraerás” sí o sí, otras “situaciones de vida” más positivas.

De repente el universo deja de ser hostil para ti. La gente colabora contigo, aparecen pistas o coincidencias muy significativas a las que prestas atención consciente, encuentras facilidad en todos tus asuntos, aparecen relaciones más significativas y llenas de profundidad y propósito. Los problemas ya no te condicionan y aparecen soluciones de la nada, de hecho te preguntas cómo no se habían manifestado antes.. Pero debes tomar la decisión de vivir así y que este entendimiento se convierta en un modo natural y sensato de vivir. Cuando comprendes que “creas” tu realidad con tu mente, se vuelve esencial calmar la mente de su continuo parloteo egótico. Si lo de “fuera”es reflejo de lo de “dentro”, estar sereno por dentro en el ahora, no más tarde, no cuando al ego le parezca que las cosas “van bien” sino en todo momento, eso espejará un resultado en el universo físico diferente, lo que llamas “las cosas van bien”. Entender que el universo es NO LOCAL, y NO TEMPORAL, es la gran paradoja que debes resolver espiritualmente. No puedes resolver esta paradoja con la mente, porque la mente “piensa” en términos de localidad y de temporalidad. La ilusión de que existe un observador objetivo separado y mirando hacia un universo objetivo, es muy convincente, pero inducida socialmente. Sin embargo todos tenemos la “sensación” de que somos un observador objetivo mirando los objetos del mundo fuera de nosotros. Más la ciencia y las tradiciones espirituales más antiguas de Oriente, junto con las enseñanza cristiana, han enseñado que el observador y lo observado “son lo mismo” y que somos un universo no local. La consciencia infinita que eres existe en infinitas frecuencias vibratorias simultáneamente. Tú, como sujeto, experimentas a cada instante patrones de realidad que son empáticos con la frecuencia vibratoria de tus pensamientos y emociones. Si elevas tu frecuencias con sentimientos de bondad y alegría, la experiencia de •”tu mundo” será acorde. Si experimentas al cuerpo del dolor, producto del ego durante toda tu vida, tu frecuencia es baja y alimentarás realidades compatibles con tu cuerpo del dolor. Crecer espiritualmente significa que dejas de identificarte con tu cuerpo del dolor, efecto secundario del ego y no tiene que ver con la práctica de una religión. Puedes profesar una religión, pero estar totalmente dormido espiritualmente. Sólo sabrás si espiritualmente has madurado cuando el juicio hacia cualquier punto de la existencia, incluido tú mismo, haya cesado y cuando estés en estado de unidad con el todo. Cuando sientas internamente que no hay separación entre lo que el ego llama “yo” y el resto de la existencia. Antes de eso, por más que practiques una doctrina, vayas a un templo, uses vestiduras especiales, y practiques ritos mecánicos, si tu mente no se ha saneado del estado egótico, estás dormido espiritualmente. El despertar espiritual no tiene que ver con el “contenido de tu mente” sino en trascender el contenido de tu mente, que siempre fragmenta la realidad en “bueno y malo” y está siempre en el recuerdo del pasado o en la anticipación del futuro, pero jamás está en el presente, el único momento que ha existido siempre y el único momento en el que se ha desarrollado toda tu vida, pese a la ilusión de flecha temporal.
En el estado más externo del mundo del trabajo, esta aceptación, esta calma interna, te lleva a preguntarte: ¿estoy en la tarea en la que plenamente desarrollo mi potencial? ¿Estoy dándole a la Vida todo lo que la Vida espera de mí? Si la respuesta es no, no reaccionas violentamente, sólo emprendes una serie de acciones guiadas por la Inteligencia, que te llevan a otro estado externo de tu labor. O aceptas lo que está pasando en tu trabajo con relajación, o tomas acciones serenas de transformación del entorno o abandono del entorno. Es decir que o hablas con los implicados de tu exceso de estrés, o abandonas ese trabajo. Pero sabiendo que quien sostiene todas esas acciones no es el yo asustado, el ego, sino el Yo, el Ser, la Inteligencia que eres en realidad. Esta rendición interior es la ausencia de estrés, te esté pasando lo que te esté pasando en el mundo de las formas, es decir sean cuales sean tus circunstancias. Hay personas que en el corredor de la muerte o en campos de batalla, dónde el nivel de estrés es extremo, han experimentado el estado total de rendición al momento presente y una total presencia de paz, que jamás habían experimentado antes. Hay que personas que al borde de la muerte por una enfermedad terminal o luego de perderlo “todo” en un incendio u otro tipo de accidente, alcanzan el estado natural de rendición en el que vive toda la Naturaleza, menos el hombre. En ese momento la conexión con la Inteligencia es plena. En cuanto a tu labor en la vida, de la cual obtienes tu subsistencia, el diálogo interno con respecto al dinero y la provisión de recursos, ya sean humanos como jefes o empleados o económicos simplemente, mejora notablemente. Sabes que pase lo que pase, aunque abandones todos tus trabajos previos al que realmente deseas, siempre serás provisto por la Inteligencia que provee a todas las formas de vida. Es decir que esas acciones de transformación de tu vida laboral, que puede implicar abandonar países, empresas, grupos, familias, etc…son acciones conscientes llevadas a cabo sin estrés, desde la paz, es decir que paz es Inteligencia plena. Te sientes abastecido y por lo tanto, esa sensación de plenitud se traduce en patrones externos de realidad más favorables en el mundo del dinero y la realización. Pero debes ser muy consciente de esto: debes buscar tiempo de reloj diario, para preguntarte: ¿qué es lo que he venido a dar a la Vida?. Quizás necesites escribirlo, pensar en tus talentos y cualidades si nunca has reparado en ellos, y contestar sinceramente si crees que estás en camino de manifestar ese deseo de la Vida en toda su plenitud. Debes sentirte protegido por la Inteligencia que eres. Desde la Inteligencia, desde la ausencia de estrés, si la respuesta es que NO estás en el sitio que realmente deseas, tomarás acciones de trasformación sin estrés ya sean de aceptación, cambio o abandono.
Las tres formas de rendición al momento presente son estas: 1-acepto lo que pasa, 2-cambio sin violencia lo que pasa,3- o abandono lo que pasa. Lo contrario es la resistencia, y su síntoma habitual es la queja, es decir que pase lo que pase, yo me quejo, pero no tomo ninguna acción transformadora. El estrés es la queja bloqueante, que nada cambia, que no tiene como fin una transformación evolutiva: como pedirle al camarero amablemente que te caliente la comida si está fría. Esa acción, no es queja, es una acción que transforma. Pero si le chillas al camarero, y tiras el plato al suelo, entonces esa acción no viene de la Inteligencia, viene del yo y el yo no es inteligente.

En el mundo del trabajo o de las relaciones, si te quejas a diario del estrés que padeces, pero no tomas ninguna de estas tres acciones: aceptación, cambio evolutivo o abandono, entonces sólo conseguirás que el momento presente que es el único que existe (al que has convertido en un enemigo), se muestre como tú lo has elegido: como un enemigo. Se puede vencer la ilusión del estrés, si eliminas las ilusiones del ego:
1- Soy UNO con la Inteligencia y soy todo el campo de la Inteligencia
2- El tiempo es una ilusión de la mente, sólo existe el Ahora y sólo puedo vencer el estrés no resistiéndome a lo que está pasando Ahora, con estas tres acciones: aceptación, cambio o transformación o abandono de la situación.
La única relación importante EN TU VIDA es la que mantienes con el momento presente. Si conviertes al momento presente en un “enemigo” entonces la vida se mostrará hostil. En todo verás un problema y al ego humano le encanta ver en todas las situaciones y en todas la relaciones un motivo para que tú pierdas la paz, desde ese estadio mental sólo puedes reaccionar con estrés, y al ego le encanta que tú tengas estrés. El alimento del ego es el estrés y los conflictos en las relaciones. Si conviertes al momento presente en un “amigo”. Si te amigas a lo que esté pasando, por terrible que sea el contenido del momento presente, entonces el universo colaborará contigo. Debes tener en cuenta que sólo existe, ha existido y existirá sólo este momento. Toda tu vida, pese a la ilusión de flecha del tiempo, ha transcurrido siempre: Ahora. Nunca en toda tu vida has estado en otro momento que no sea este momento. El pasado y el futuro son construcciones mentales con fines prácticos, para poder desarrollar la existencia humana, pero no existen como entidades de tiempo reales. Entonces, si te amigas al único momento que existe “eres inteligente” porque dejas que la inteligencia universal que reside en ti, se ocupe del los asuntos con ligereza y eficacia. De esa conexión con la Inteligencia Infinita saldrá una respuesta eficaz. De la resistencia sólo saldrá una respuesta estresante e ineficaz, que suele ser: ira con todas sus expresiones de violencia, frustración e impaciencia. Todas acciones del estado egótico o desconectado del campo de la Inteligencia. De estas sensaciones de desconexión con la fuente que te da la vida, NACEN LAS ADICCIONES. Parafraseando al célebre filósofo Eckhart Tolle: Podría decirse que una adicción es una pauta de conducta compulsiva y la adicción vive dentro de ti casi como una subpersonalidad . Un campo de energía que periódicamente se apodera de ti. Incluso se apodera de tu mente, de la voz de dentro de tu cabeza, que entonces se convierte en la voz de la adicción. Esa voz tal vez te diga: “has tenido un mal día ehh? Has tenido un día terrible en la oficina y ella o él, no está haciendo lo que debería” Y entonces te encuentras de camino hacia el único placer que parece te queda en la vida. Y vas hacia el frigorífico, o enciendes un cigarrillo, o te conectas compulsivamente a internet sin darte cuenta que está siendo esclavo de la voz en la cabeza. Si tienes una pauta de conducta adictiva como beber, fumar, comer en exceso, al sexo casual, a conectarte a internet para buscar nuevas sensaciones pese a gozar de buenas relaciones, o ver la televisión…haz lo siguiente: párate y antes de actuar, haz tres respiraciones conscientes. Esto genera consciencia. Después, durante unos minutos sé consciente de la urgencia por lo que sea tu adicción, como un campo de energía que se ha apoderado momentáneamente de ti. Siente CONSCIENTEMENTE esa necesidad compulsiva de consumir esa sustancia, de tener esa sensación, de tener esa conducta. Permítete observar sin opinar tu necesidad. Sé un testigo no juez de tu conducta. No te juzgues, solo observa. Luego has unas cuantas respiraciones CONSCIENTES más. Si ves que la pauta no puede ser dominada y no puedes evitar ceder al impulso de consumir o actuar. No dejes que se convierta en un problema. Incluye la adicción en tu práctica de consciencia. A medida que la consciencia crece las pautas adictivas van decreciendo hasta desaparecer.
La consciencia es que ahora SABES quién eres en realidad, y las cosas que te pasan en la vida, es decir “tus cambiantes situaciones de vida” ya no son absolutas para ti. Ya no hacen mermar tu Gozo interno que es independiente de cualquier situación de vida. El gozo interno que siempre depende de ti, pase lo que pase, es incomparable con lo que habitualmente llamamos felicidad, que no es más que un estado dependiente y condicionado a cuando el ego juzgas que las cosas “van bien”. Esa clase de felicidad no es felicidad verdadera, es solo una sensación efímera. Al rato el ego te dirá: ¿y ahora qué? Y volverá a estar angustiado ya que así funciona. Solo puedes curarte de tus adicciones sabiendo que quien es adicto no ERES TÚ, sino tu falso yo, quien crees ser. Tu cura sólo puede darse a nivel espiritual, a nivel de la consciencia. Y cuanto más ignorante seas de tu naturaleza infinita, tu esencia espiritual, más sufres y por lo tanto más tendencia tienes a ser adicto a una sustancia o a un comportamiento.

Sólo puede curarte sabiendo que en un nivel REAL, de quien eres, no eres adicto a nada. A ninguna sustancia, a ninguna persona, a ninguna pauta de conducta, a ninguna sensación. En tu esencia REAL, cuando de verdad PISAS LA REALIDAD, entiendes que la solución a tus “problemas” siempre estuvo ahí, ante tus ojos, pero no las veías porque te han enseñado desde niño a ser adicto a la infelicidad y la queja. Nadie te enseñó a vivir en estado de gratitud por existir, nadie te habló de la diferencia ente el Gozo del Ser, que ERES TÚ, a la felicidad efímera y condicionada que es el estado del ego, de tu falso yo, lo que llamo: la voz en la cabeza que todo lo comenta. Tú no eres infelicidad, eres puro gozo, paz, eres un ser capaz de responder desde el amor, en lugar de reaccionar. En tu esencia eres completo y nada te falta. Cuando alcanzas este entendimiento, el universo físico: “tu vida” se muestra cooperativo y aceptas cada momento como una joya. Como el “presente” que es cada instante con todo su contenido. Amas ese contenido, lo aceptas y solo así lo transformas.

Cristina Bergoglio.

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